El hada de la paz y las semillas mágicas
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arbolito, donde vivían muchos niños y niñas que jugaban juntos todos los días.
Pero un día, algo extraño comenzó a suceder: los juegos se volvieron cada vez más competitivos y los amigos empezaron a discutir y pelear por cualquier cosa. - ¡Esa pelota es mía! - gritaba Martín mientras forcejeaba con Sofía. - ¡No es cierto, la encontré primero! - respondía Sofía sin querer ceder.
La paz en Arbolito se estaba desvaneciendo poco a poco, y los adultos no sabían qué hacer para detener las constantes peleas entre los niños. Fue entonces cuando llegó al pueblo una hada muy especial llamada Luna, conocida por su sabiduría y poderes mágicos.
Luna observó la tristeza que invadía Arbolito y decidió tomar cartas en el asunto.
Una tarde, reunió a todos los niños en la plaza principal y les dijo con voz dulce:- Niños de Arbolito, he venido para ayudarles a encontrar la paz que tanto anhelan. Para lograrlo, deberán aprender a resolver sus conflictos de forma pacífica. Los niños escucharon atentamente las palabras de Luna y se miraron unos a otros con curiosidad.
¿Cómo podrían lograr eso? Pensaban para sus adentros. Luna sacó entonces de su bolsa mágica unas semillas brillantes y les explicó:- Estas son semillas de paz. Deberán plantarlas en sus corazones y regarlas con amor y comprensión cada vez que surja un conflicto entre ustedes.
Los niños recibieron las semillas emocionados y se dispusieron a seguir el consejo de Luna.
Al principio fue difícil cambiar sus hábitos de pelea, pero poco a poco fueron notando cómo las semillas de paz comenzaban a florecer dentro de ellos. Un día, Martín y Sofía volvieron a discutir por un juguete que ambos querían usar al mismo tiempo.
En lugar de empezar una pelea como solían hacerlo antes, recordaron las palabras de Luna e intentaron resolver el conflicto hablando tranquilamente. - ¿Qué te parece si compartimos el juguete? Así podemos jugar juntos sin problemas - propuso Martín con sinceridad. Sofía asintió con una sonrisa y aceptó la propuesta.
Los dos niños descubrieron lo gratificante que era resolver las cosas sin pelear, y desde ese día se convirtieron en grandes amigos inseparables. Poco a poco, la magia de las semillas de paz fue contagiando a todos los habitantes de Arbolito.
Las risas volvieron a llenar las calles del pueblo, y los juegos recuperaron su alegría perdida. Gracias al esfuerzo conjunto de los niños por buscar la armonía, Arbolito se convirtió en un lugar donde reinaran la amistad y el respeto mutuo para siempre.
Y colorín colorado este cuento ha enseñado que buscar la paz siempre vale la pena.
FIN.