El Hada de la Vida
En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y flores multicolores, vivía una hada llamada Lúmina. Lúmina era conocida por su magia especial, ya que tenía el poder de curar a aquellos que necesitaban ayuda. Sin embargo, Lúmina tenía una creencia firme: estaba en contra de la eutanasia. Ella pensaba que la vida debía ser apreciada y celebrada en todas sus formas, y por eso había decidido ayudar a quienes estaban en momentos difíciles.
Un día, mientras volaba sobre el pueblo, Lúmina escuchó llantos provenientes de una casa. Intrigada, decidió investigar. Al asomarse por la ventana, vio a una abuela llamada Doña Clara, rodeada de sus nietos, que se preocupaban por su salud.
"¡Ay, abuela!" - decía Sofía, la mayor de los nietos. "Ya no puedes más. ¿Por qué no te deshacer de este dolor de una vez? ¡Te extrañaríamos tanto!"
"Quisiera dormir para siempre y liberarme de este sufrimiento..." - suspiraba Doña Clara.
Lúmina, escuchando estas palabras, decidió entrar en la casa en un destello de luz.
"Hola, queridos. Soy Lúmina, el hada de la vida. He escuchado sus lamentos y quiero ayudarles" - dijo.
"¿Tú puedes ayudar a mi abuela?" - preguntó Sebastián, el más pequeño.
"Sí, pero debo advertirles que mi ayuda tiene un precio. No se puede tomar la decisión de dejar la vida sin valorarla primero" - explicó Lúmina.
Los niños miraron a su abuela, que parecía sorprendida y aliviada al mismo tiempo.
"¿Qué tienes en mente, hada?" - preguntó Doña Clara con una voz temblorosa.
"Para curar a alguien, deben dar algo a cambio" - respondió Lúmina. "Es una regla de la magia. No puedo tomar su dolor, pero si cada uno de ustedes me promete que apreciarán un momento especial con ella y compartirán una historia de vida juntos, puedo aliviar su sufrimiento".
Los niños, aunque asombrados por la propuesta, acordaron. Así que Lúmina les dijo que tenían que recordar un momento feliz con su abuela.
Al caer la noche, se sentaron todos juntos alrededor de la mesa y comenzaron a compartir historias. Sebastián habló de la vez que Doña Clara lo llevó a pescar por primera vez. Sofía recordó ese día en que hicieron una gran torta y llenaron la casa de risas. Y el más pequeño, Lucas, contó lo que más ama: las noches de cuentos.
Cuando terminaron de hablar, Lúmina apareció otra vez.
"Ahora, los ayudaré. Por cada bello recuerdo compartido, les devolveré un poco de energía a Doña Clara" - dijo.
De repente, un brillo mágico iluminó la habitación. La abuela sonrió, su dolor comenzó a desvanecerse mientras Lúmina la envolvía en un manto de luz.
"¡Oh! ¡Me siento mejor!" - exclamó Doña Clara.
"Agradezcan a la magia del amor de sus recuerdos" - respondió Lúmina, mientras danzaba en el aire.
Sin embargo, el día siguiente, cuando Lúmina visitó a Doña Clara una vez más, se dio cuenta de que aún había tristeza en su corazón.
"¿Por qué, abuela? Te he curado..." - preguntó Lúmina.
"Sé que estoy mejor, pero no puedo dejar de pensar en el dolor que siento a veces. Los recuerdos son hermosos, pero a veces me asusta saber que esto puede volver" - respondió Doña Clara.
Lúmina pensó en cómo ayudarla una vez más.
"Mira, Doña Clara, lo más importante es que la vida tiene altibajos, y está bien sentir dolor. Pero también es vital que encuentres momentos de felicidad, y te prometo que si compartes más de esos momentos, la tristeza se hará más ligera" - le aconsejó.
Desde ese día, todos los miembros de la familia decidieron hacer algo especial con Doña Clara cada semana. Pintaban, hacían picnics, y contaban historias de las aventuras que habían vivido. Con el tiempo, aprendiò a sonreír más que a llorar, y Lúmina siempre estaba presente para recordarle la belleza de la vida.
Así, Lúmina enseñó a todos en el pueblo que, si bien la vida puede ser difícil en ocasiones, siempre hay espacio para la esperanza y el amor. Y aunque no se podían evitar las penas, recordar y compartir lo bello de la vida podía ayudar a llevarlas mejor.
Y aunque Lúmina seguía curando, a su lado siempre había risas y el cálido abrazo de la vida que siempre vale la pena vivir.
Los habitantes del pueblo aprendieron que la vida, con sus altos y bajos, es un regalo, y que siempre hay algo bonito en cada día que vale la pena recordar.
FIN.