El Hada de las Letras
En un tranquilo y luminoso pueblo llamado Letrilandia, vivía un hada mágica llamada Lía. Lía era conocida por su gran corazón y su infinita paciencia. Su misión era ayudar a los niños del pueblo a aprender a leer y, así, abrir las puertas a un mundo lleno de aventuras y conocimiento.
Toda la mañana, Lía revoloteaba entre las flores de colores brillantes, cantando dulcemente. Cuando los niños comenzaban a frustrarse con las letras, Lía aparecía como por arte de magia.
Un día especial, mientras Lía se acomodaba en su rincón favorito, escuchó un sollozo. Rápidamente, se acercó y encontró a Tomi, un niño alegre pero que se sentía triste porque no podía leer.
"¿Qué te pasa, Tomi?" - preguntó Lía suavemente.
"No puedo leer, y todos mis amigos ya lo hacen. Me siento muy mal..." - respondió él, con una voz apagada.
"No te preocupes, querido. Aprender a leer es como aprender a volar. Lleva tiempo, pero juntos lo lograremos, ¡y será divertido!" - dijo Lía con una sonrisa encantadora.
Tomar la mano de Lía fue como hacer un trato con la magia. Lía llevó a Tomi a su jardín encantado. Allí, cada letra del abecedario tenía una floresita especial con su forma. La ‘A’ era una hermosa flor roja, la ‘B’ tenía dos hojas verdes, y así, cada letra florecía con alegría.
"Dejame mostrarte cómo son cada una de nuestras letras. ¿Ves esa flor roja? Es la ‘A’. ¿Puedes decir ‘A’ conmigo?" - invitó Lía.
"¡A!" - gritó Tomi, asombrado.
Con cada letra que aprendían juntos, Lía creaba juegos mágicos de palabras. A veces, las letras formaban palabras mágicas que dejaban brillar chispas de colores. Otras veces, las letras se convertían en divertidos personajes que contaban historias.
Cada día, Tomi iba creciendo en su confianza. Pero un día, mientras estaban practicando, Lía notó que algo había cambiado. Tomi estaba muy callado, con la cabeza gacha.
"¿Qué te pasa, Tomi?" - le preguntó Lía.
"No sé si realmente podré leer como los demás. A veces me confundo y me da miedo, pienso que nunca lo lograré..." - respondió él con un susurro.
"Todos, incluso los más grandes, aprendieron a leer un día a la vez, y a veces se confundieron también. Lo importante es nunca rendirte. Además, ¡esta es nuestra aventura! Y en una aventura, siempre hay giros inesperados" - dijo Lía con ternura.
Inmediatamente, Lía los llevó a un lugar mágico donde los libros flotaban en el aire, llenos de historias emocionantes.
"Mirá, Tomi. Cada página es un misterioso viaje. ¿Quieres que elijamos un libro juntos?" - le propuso Lía.
"¡Sí!" - respondió Tomi con un destello en sus ojos.
Juntos eligieron un libro sobre un valiente caballero. Con cada palabra que leía, había una sensación nueva. Así, poco a poco, Tomi iba tomando valor.
"¡Lía, estoy entendiendo! ¡Estas palabras cuentan una historia!" - exclamó Tomi emocionado.
"Eso es, Tomi. Cada palabra te brinda una nueva aventura. Cuanto más leas, más mundos conocerás" - animó Lía.
A partir de ese día, Tomi no solo aprendió a leer, sino que también transmitía ese amor por las letras a sus amigos.
Al final del año escolar, Tomi fue el primero de su clase en leer un cuento a todos sus compañeros, incluso a los más tímidos.
"No quiero que se sientan como yo me sentí alguna vez. ¡Leer es como volar mágicamente a otros mundos!" - les contó con entusiasmo.
"Eso mismo es lo que me enseñó Lía" - agregó, mirando al cielo, donde brillaban las estrellas.
Lía, desde la distancia, sonreía orgullosa por su amigo. Había visto la transformación en él, y sabía que su corazón ahora estaba lleno de amor por las letras, como el suyo.
Nunca olviden, pequeños. El mundo de la lectura está al alcance de todos, solo se necesita esa chispa de magia en el corazón y la valentía para comenzar.
Y así, Lía continuó su labor mágica por Letrilandia, ayudando incluso a más niños a volar con las palabras.
Cierro el cuento recordando que la lectura es el primer paso hacia aventuras infinitas. ¿Te animás a leer tu primer libro?
FIN.