El hada de los deseos y la amistad
Había una vez en un hermoso jardín, tres niños llamados Martina, Juan y Sofía. Les encantaba jugar juntos entre las flores de colores y los árboles frondosos.
Un día, mientras exploraban un rincón del jardín que nunca habían visto antes, se encontraron con una pequeña hada de color rosa brillante. - ¡Wow! ¡Miren lo que encontré! -exclamó Martina emocionada. El hada sonrió cálidamente y les dijo:- ¡Hola, queridos niños! Soy Rosalinda, el hada del jardín.
¿Cómo puedo ayudarlos hoy? Los tres amigos se miraron sorprendidos y luego empezaron a hacerle preguntas a Rosalinda sobre quién era y qué podía hacer.
La hada les explicó que tenía el poder de conceder deseos mágicos a quienes fueran puros de corazón y tuvieran buenas intenciones. - ¿De verdad puedes concedernos deseos mágicos? -preguntó Juan con los ojos brillando de emoción.
Rosalinda asintió con una sonrisa y les dijo que cada uno tendría la oportunidad de pedir un deseo, pero debían elegir sabiamente porque solo tenían una oportunidad. Martina fue la primera en decidirse:- Deseo poder volar como un pájaro por el cielo azul.
Rosalinda agitó su varita mágica y en un instante Martina sintió cómo sus pies se elevaban del suelo. Comenzó a volar entre las nubes, riendo de felicidad mientras sus amigos la miraban admirados desde abajo.
Luego fue el turno de Juan:- Yo quiero ser tan fuerte como un gigante para poder proteger a mis seres queridos. La hada hizo otro gesto con su varita mágica y Juan sintió cómo su cuerpo se llenaba de energía y fuerza. Levantó una enorme roca con facilidad, demostrando su nueva fortaleza ante sus amigos impresionados.
Finalmente, llegó el turno de Sofía:- Quiero tener el don de curar cualquier herida o enfermedad para ayudar a quienes lo necesiten. Rosalinda le dedicó una tierna mirada a Sofía antes de concederle su deseo.
De repente, la niña sintió una cálida luz sanadora emanando de sus manos. Sabía que ahora podría aliviar el dolor de otros con solo tocarlos. Los tres amigos se abrazaron emocionados por los maravillosos regalos que habían recibido gracias al hada Rosalinda.
A partir de ese día, prometieron usar sus nuevos dones para hacer el bien en el mundo y ayudar a quienes más lo necesitaran.
Y así, entre risas y aventuras mágicas, Martina, Juan y Sofía aprendieron la importancia de ser generosos, valientes y solidarios en todo momento. Y cada vez que visitaban aquel rincón especial del jardín donde conocieron al hada Rosalinda, recordaban con cariño aquel día inolvidable que cambió sus vidas para siempre.
FIN.