El Hada de los Pensamientos



Era una noche estrellada en un frondoso bosque. En el centro, se alzaba un hermoso castillo mágico, donde vivía un hada llamada Lúmina. Lúmina tenía un don especial: podía adivinar lo que la gente pensaba. Esto la hacía muy famosa entre los animales del bosque, quienes la consultaban para resolver sus problemas.

Una tarde, mientras las hojas crujían bajo sus patas, un pequeño conejo llamado Tito se acercó volando con sus orejitas caídas.

-Tito, ¿qué te sucede? -preguntó Lúmina, brillando con su luz plateada.

-Mi mamá siempre dice que debo ser más valiente, pero tengo miedo de la oscuridad -contestó Tito, temblando un poco.

-Entiendo lo que piensas -dijo Lúmina-. Pero, ¿sabes qué? La oscuridad también oculta secretos hermosos. Te invito a que exploremos juntos la noche.

Tito dudó, pero la curiosidad lo llevó a aceptar. Así, Lúmina lo llevó al jardín del bosque, iluminado por la luz de la luna.

-¡Mirá! -exclamó Lúmina-. La noche no es solo oscuridad. Observá cómo las luciérnagas iluminan el aire.

Tito miró a su alrededor y comenzó a sentir que su miedo se desvanecía. Sin embargo, recordó una advertencia de su madre sobre los ruidos extraños del bosque.

-¿Qué es eso? -preguntó, asustado.

-No te preocupes. Cada sonido tiene su razón de ser. Vamos a descubrirlo -dijo Lúmina, estimulándolo a seguirla.

Al acercarse, se dieron cuenta de que el ruido provenía de un grupo de ratones que intentaban construir una casa para mantenerse a salvo del frío. Tito se sintió mal al ver que eran tan pequeños y trabajaban tan duro.

-¡Hola! -saludó Lúmina-. ¿Necesitan ayuda?

Los ratones, agradecidos pero preocupados, respondieron:

-Sí, pero tenemos miedo de que venga el búho y nos asuste. -dijo uno de ellos, con voz temblorosa.

Tito, sintiendo su valentía crecer, se acercó a ellos y les ofreció su ayuda:

-No se preocupen. Podemos hacer ruido juntos para que el búho sepa que estamos aquí. -propuso Tito, decidido.

Mientras trabajaban, Lúmina usó su magia para hacer que las hojas cantaran una melodía suave, ayudando a los ratones a concentrarse en su trabajo y olvidarse del miedo.

Cuando terminaron la casa, los ratones estaban tan alegres que invitaron a Tito a una fiesta para celebrar.

-¡Eso fue genial! -exclamó Tito, sintiéndose más valiente que nunca.

Lúmina sonrió, feliz de ver cómo Tito había superado su miedo. Pero cuando la fiesta estaba en su punto más alto, un gran búho apareció sobre ellos y todos los ratones se escondieron.

-¡No huyan! -gritó Tito, asombrando a todos, incluso a Lúmina-. Tal vez no sea tan malo. ¡Hablemos con él!

El búho se sorprendió al ver al pequeño conejo enfrentándose a él.

-¿Por qué tienes miedo? -preguntó el búho, con voz profunda y serena.

-No debería ser malo tener una conversación, ¿verdad? La noche es solo un momento diferente -se atrevió a responder Tito, recordando las palabras de Lúmina.

El búho, intrigado, decidió no asustar a los demás.

-Es cierto, pequeño. Me siento solo en esta noche. ¿Podría unirme a su fiesta? -sugirió, con un tono amable.

Los ratones, sorprendidos pero animados por Tito, afirmaron que sí. En poco tiempo, el búho se unió a ellos, compartiendo historias sobre la naturaleza y la magia de la noche.

Al finalizar la noche, Tito sonrió felizmente, no solo porque había superado sus miedos, sino porque había hecho nuevos amigos.

-Lúmina, gracias por ayudarme a ver la belleza de la noche -dijo Tito.

-Recuerda, Tito -respondió Lúmina-, a veces, lo que más tememos es solo una nueva oportunidad disfrazada. Nunca dejes que el miedo te detenga. Con valentía y amistad, se pueden superar los mayores obstáculos.

Desde aquel día, Tito nunca volvió a temer a la oscuridad. Aprendió a observar, escuchar y, sobre todo, a encontrar belleza incluso allí donde no la veía antes. Y en el castillo de Lúmina, siempre había un rincón brillante, lleno de risas y aventuras.

Así, el hada y Tito se hicieron grandes amigos, y cada noche osaba ser un poquito más valiente, descubriendo los secretos mágicos que la noche guardaba en su abrazo.

FIN.

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