El hada de los sabores


Había una vez dos hermanos, Juanito y Martita, que eran un poco colorados de piel. Aunque eran muy traviesos y juguetones, había algo que no les gustaba: tomar la leche.

Todos los días, su mamá les preparaba un vaso de leche bien fresquita para que crecieran fuertes y sanos. Pero a veces, los dos hermanitos se ponían tercos y no querían tomarla. Les parecía aburrida y sin sabor.

Un día, mientras estaban jugando en el jardín, apareció una hada muy simpática llamada Lulú. Tenía alas brillantes y vestía con colores tan vivos como los del arcoíris. "Hola chicos", dijo la hada con una sonrisa encantadora.

- ¡Wow! ¿Eres un hada de verdad? - preguntó Juanito emocionado. - Sí, soy un hada mágica dispuesta a ayudarlos - respondió Lulú. Juanito y Martita se acercaron curiosos a la hada mágica.

Le contaron sobre su problema con la leche y lo mucho que les costaba beberla todos los días. Lulú escuchó atentamente a los hermanitos e hizo aparecer su varita mágica. Con un movimiento rápido pero delicado, transformó el vaso de leche en un cóctel multicolor lleno de frutas deliciosas.

- ¡Oh! Esto parece mucho más divertido - exclamó Martita sorprendida. Los dos hermanitos probaron el nuevo cóctel mágico y descubrieron que estaba riquísimo. Tenía un sabor dulce y refrescante que les encantó.

Desde ese día, Lulú visitaba a Juanito y Martita con frecuencia para convertir su leche en distintos sabores mágicos. A veces era de chocolate, otras de vainilla o incluso de fresa. Los hermanitos se divertían mucho probando los diferentes sabores y siempre terminaban bebiéndola sin quejarse.

Pero un día, la hada Lulú desapareció sin dejar rastro. Juanito y Martita se preguntaron qué había pasado con ella y extrañaron sus cócteles mágicos. Decidieron buscarla por todo el jardín hasta que encontraron una pequeña nota debajo de una flor.

Decía: "Queridos Juanito y Martita, gracias por haberme dejado ser parte de su vida. Ahora deben aprender a disfrutar la leche tal como es". Los hermanitos se quedaron pensativos mientras miraban el vaso vacío frente a ellos.

Recordaron todas las deliciosas transformaciones que la leche había tenido gracias al poder mágico de Lulú. - Tal vez tengamos que darle una oportunidad a la leche normal - dijo Juanito reflexionando.

- Sí, creo que tenemos que aprender a valorarla sin necesidad de magia - agregó Martita asintiendo. Así fue como los hermanitos decidieron tomar la leche tal como era, sin añadirle ningún sabor especial ni hacer malabares con ella.

Descubrieron que aunque no fuera tan emocionante como antes, seguía siendo buena para ellos y les ayudaba a crecer fuertes y sanos. Y así, Juanito y Martita aprendieron una valiosa lección: a veces, las cosas más simples y normales pueden ser las más importantes.

Aprendieron a valorar la leche y agradecer por tenerla cada día en su mesa.

Desde entonces, los hermanitos nunca volvieron a quejarse de tomar la leche y siempre recordaron con cariño a la hada Lulú, quien les enseñó que lo mágico también puede estar en lo cotidiano.

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