El hada del amor y la sonrisa


Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Villa Sonrisa, un hada muy especial. Su nombre era Lucía y era conocida como el hada de los dientes.

Todos los niños del pueblo esperaban con ansias la visita de Lucía cuando perdían un diente. Lucía tenía una misión muy importante: recolectar los dientes de leche que caían y dejar a cambio una moneda o regalito debajo de la almohada.

Pero había algo que preocupaba a Lucía: muchos niños se portaban mal y eso no le gustaba nada. Un día, mientras volaba por el cielo azul, Lucía vio a dos hermanitos, Martín y Sofía, discutiendo en el parque.

Se acercó sigilosamente para escuchar lo que decían:"¡No quiero compartir mi juguete contigo!" -gritó Martín enfadado. "Pero es mío también" -respondió Sofía con lágrimas en los ojos. Lucía suspiró profundamente al ver esa escena.

Decidió intervenir para enseñarles una valiosa lección sobre el amor y la importancia de compartir:"Hola chicos, soy Lucía, el hada de los dientes. ¿Puedo ayudarlos?"Martín y Sofía se miraron sorprendidos pero accedieron a hablar con ella. "¿Por qué están peleando?" -preguntó Lucía amablemente.

"Mi hermana no quiere compartir su juguete conmigo" -dijo Martín cruzándose de brazos. "Es que es mío también" -añadió Sofía entre sollozos. Lucia sonrió e hizo aparecer una caja mágica en sus manos. "Este es un regalo especial para ustedes.

Dentro de esta caja hay un sol y una noche. El sol representa el día, cuando debemos compartir y ser generosos. Y la noche representa la calma y el descanso, cuando podemos disfrutar de nuestras cosas sin pelear.

"Los hermanitos abrieron la caja con ojos curiosos y vieron cómo el sol brillaba intensamente mientras la noche cubría todo con su manto estrellado.

"Martín, Sofía, les propongo un juego: durante el día, cada uno puede tener el juguete por un tiempo determinado y luego deben pasárselo al otro. Así aprenderán a compartir y disfrutar juntos. "Los niños se miraron entre sí y asintieron emocionados.

A partir de ese momento, Martín y Sofía comenzaron a jugar juntos todos los días sin discutir ni pelear por sus juguetes. Lucía estaba feliz al ver cómo los hermanitos aprendían a compartir y a valorar el amor que había entre ellos.

Poco a poco, Lucía notó que los demás niños del pueblo también empezaban a portarse mejor. Se sentían inspirados por la historia de Martín y Sofía e intentaban seguir su ejemplo. El hada de los dientes visitaba cada vez más hogares donde reinaba la armonía gracias al amor fraternal.

Los niños dejaban sus dientes bajo las almohadas junto con cartitas llenas de gratitud hacia sus hermanos o amigos. La fama de Lucía como hada bondadosa se extendió por todo Villa Sonrisa e incluso llegó a otros pueblos cercanos.

Los padres estaban felices de ver cómo sus hijos aprendían importantes lecciones sobre el amor y la generosidad.

Y así, gracias al hada de los dientes y a la enseñanza de Martín y Sofía, el pueblo de Villa Sonrisa se convirtió en un lugar lleno de alegría, donde los niños comprendieron que compartir es una muestra de amor y respeto hacia los demás.

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