El Hada Leon y el Bosque de Mariposas
En un hermoso y colorido bosque, vivía un hada llamada Lila. Lila tenía alas brillantes que destellaban como miles de pequeñas estrellas. Pero no solo era un hada, también era la mejor amiga de Leo, un pequeño león con grandes sueños.
Un día, mientras paseaban por el bosque, Lila vio algo inusual. Las mariposas, que normalmente llenaban el lugar con su belleza, estaban tristes y volaban en círculos.
"¿Qué les pasa, mariposas?" - preguntó Lila, preocupada.
"Nosotros solíamos danzar alegres, pero hemos dejado de brillar. La flor de la felicidad se marchitó y ya no podemos volar felices" - respondió una mariposa llamada Mía.
Lila y Leo decidieron ayudar a sus amigas. Lila dijo:
"No podemos permitir que el bosque se llene de tristeza. Debemos encontrar la Flor de la Felicidad y devolverla a su esplendor."
"¡Sí! Vamos a aventurarnos más allá del arroyo y encontrar esa flor" - respondió Leo entusiasmado.
Caminaron durante horas. Se encontraron con distintos animales del bosque que les dieron consejos sobre cómo encontrar la Flor de la Felicidad.
Un viejo búho comentó:
"La flor crece en el corazón del bosque, pero necesitás un deseo puro para encontrarla".
"¿Qué será un deseo puro?" - preguntó Lila.
"Es aquel que se hace con amor desinteresado."
Después de un rato, Lila y Leo llegaron a la parte más profunda del bosque. Allí había una cueva oscura. La cueva se veía tenebrosa, pero ellos sabían que tenían que entrar.
"Leo, ¿tenés miedo?" - le preguntó Lila.
"Solo un poquito, pero creo que juntos podemos hacerlo."
Ambos avanzaron con valor, cuando de repente, escucharon un eco.
"¿Quién va ahí?" - resonó. Era una voz profunda. Era el guardián de la Flor de la Felicidad.
"Soy Lila, el hada, y este es mi amigo Leo. Venimos en busca de la Flor de la Felicidad para devolver la alegría a las mariposas del bosque" - explicó Lila.
"¿Por qué creen que merecen encontrarla?" - preguntó el guardián.
"Porque queremos ayudar a nuestros amigos y que vuelvan a ser felices, eso es lo que importa" - respondió Leo.
El guardián sonrió, pero no era tan fácil. Les dijo:
"Deben demostrar su deseo puro. Solo aquellos que lo tienen pueden ver la flor."
Lila y Leo se miraron y decidieron ayudar a los demás. Se sentaron en la cueva y, cerrando los ojos, comenzaron a pensar en todos los momentos alegres que habían compartido con las mariposas: las risas, las danzas y los colores.
"Eso quiero, que vuelvan a ser felices" - susurró Lila.
Cuando abrieron los ojos, la cueva se iluminó y apareció la Flor de la Felicidad. Era hermosa y radiante, pero estaba marchita. Leo tomó una hoja que tenía en su mochila.
"Voy a hacer un té especial para la flor. Tiene que beber algo delicioso para volver a ser feliz" - dijo. Así, se pusieron a recolectar agua de la fuente más cercana y mezclaron hierbas y esencia de alegría que encontraban en el camino.
Cuando terminaron, rociaron la flor con el té y poco a poco comenzó a florecer. Una luz brillante llenó la cueva.
"¡Lo logramos!" - gritaron al unísono.
La flor brilló con tanta intensidad que el guardián sonrió y exclamó:
"¡Bravo! Su deseo puro de felicidad ha revivido la flor! Ahora pueden llevar un trozo de ella a las mariposas."
Con su corazón lleno de alegría, Lila y Leo regresaron al bosque con la Flor de la Felicidad. Al llegar, las mariposas estaban reunidas, tristes y esperando.
"¡Nosotros tenemos algo especial para ustedes!" - anunció Lila.
Rocían pétalos de la flor sobre las mariposas, y en un instante, éstas comenzaron a revolotear, llenas de colores y risas.
"¡Gracias, Lila y Leo!" - gritó Mía emocionada.
"Ahora podemos danzar de nuevo y llenar el bosque con nuestras alas brillantes!"
Desde entonces, Lila, Leo y las mariposas compartieron cada día llenos de alegría, amor y amistad. Aprendieron que a veces, lo más importante no es solo la búsqueda de la felicidad, sino el deseo sincero de hacer felices a los demás. Y así, el bosque nunca dejó de brillar.
FIN.