El hallazgo de Juanito
Había una vez, en un pequeño pueblo de Venezuela, la Virgen de Coromoto, una estatua sagrada que era muy querida por todos los habitantes.
La Virgen de Coromoto era conocida por conceder deseos a aquellos que le pedían con el corazón puro y lleno de bondad. Un día, la estatua desapareció misteriosamente del altar donde solía estar expuesta. Los habitantes del pueblo se alarmaron y comenzaron a buscarla por todas partes, pero no lograban encontrarla.
Todos estaban tristes y preocupados por la ausencia de su querida Virgen. "¿Dónde puede estar la Virgen de Coromoto? ¡Espero que no le haya pasado nada malo!" -exclamaba Doña Rosa, una anciana del pueblo muy devota de la Virgen.
Los días pasaban y no había rastro de la estatua. Hasta que un niño llamado Juanito decidió emprender su propia búsqueda.
Con valentía y determinación, recorrió cada rincón del pueblo en busca de pistas que lo llevaran hasta la Virgen de Coromoto. Finalmente, Juanito descubrió algo sorprendente en el bosque cercano al pueblo: la estatua estaba allí, rodeada de flores silvestres y luciendo más radiante que nunca.
Había sido llevada por el viento hasta ese lugar mágico donde el sol brillaba con fuerza. "¡Virgencita! ¡Te encontré!" -exclamó Juanito emocionado mientras se arrodillaba ante la estatua. La Virgen de Coromoto parecía sonreírle con gratitud a Juanito por haberla encontrado.
El niño entendió entonces que no importa cuán grande sea un desafío o cuán imposible parezca una tarea, siempre hay esperanza si uno cree en sí mismo y sigue adelante con fe y determinación.
Juanito regresó al pueblo junto con la estatua y todos los habitantes celebraron con alegría su regreso.
Desde ese día, la Virgen de Coromoto siguió concediendo deseos a quienes acudían a ella con pureza de corazón, recordándoles a todos que incluso en los momentos más difíciles, siempre hay luz al final del camino si uno persevera con amor y valentía.
FIN.