El Halloween de los Amigos Valientes



Era una noche de Halloween en el pequeño pueblo de Colina Verde. Las hojas caían de los árboles, y las calabazas decoraban cada esquina. Pero este año, algo emocionante estaba por suceder. Un grupo de amigos: Luisa, Tomás y Mateo, había decidido organizar la mejor fiesta de Halloween que nadie había visto.

"¡Chicos! Necesitamos una decoración espeluznante para asustar a todos", dijo Luisa, entusiasmada.

"Sí, pero también queremos que sea divertida", agregó Tomás, que siempre pensaba en los demás.

"Podemos usar calabazas talladas, luces y hasta disfraces de esqueletos", sugirió Mateo, imaginando lo fantástico que podría ser.

Los tres amigos se pusieron a trabajar, cada uno con su tarea especial. Luisa se encargó de las calabazas, Tomás buscaría luces coloridas, y Mateo se ocuparía de los disfraces. Sin embargo, mientras estaban en la tienda de disfraces, un misterioso esqueleto de plástico llamó su atención.

"Miren este esqueleto, es tan espeluznante que dará miedo a todos", dijo Mateo, tocando la calaverita que sonaba cuando la movía.

Los amigos empezaron a discutir si debían incluirlo en la decoración. Luisa estaba emocionada, pero Tomás tenía un poco de miedo.

"No sé si la gente se reirá o se asustará", expresó Tomás, con un poco de preocupación.

Mateo lo miró con una sonrisa pícara.

"Pero el miedo no es tan malo, a veces puede ser divertido", afirmó.

Finalmente, decidieron incluir el esqueleto en la decoración. El día de la fiesta, el pueblo estaba lleno de risas y alegría. Niños con disfraces de fantasmas y vampiros se paseaban por las calles, mientras los padres admiraban las calabazas talladas que decoraban cada casa.

Cuando llegó la noche, el grupo Illuminaron el lugar con luces parpadeantes y colgaron telarañas por todas partes. La fiesta fue increíble, pero cuando los amigos presentaron al esqueleto, el ambiente se tornó un poco tenso.

"¡Aaahhh!", gritaron algunos niños al ver al esqueleto de pie en la entrada. Otros comenzaron a reírse.

"Oh no, quizás fue una mala idea" dijo Luisa, preocupada.

Sin embargo, cuando se acercaron al esqueleto, el terror se fue convirtiendo en risas.

"¡Miren! Cada vez que le apretamos la cabeza, hace ruido", rió Mateo, y comenzó a apretarlo mientras lo movía como si bailara.

Los niños se unieron, y pronto el esqueleto se convirtió en la estrella de la fiesta. Todos querían tocarlo, bailar con él y sacarse fotos.

Tomás se dio cuenta de que el miedo había sido superado por la risa y la diversión.

"La verdad, esto es mucho más divertido de lo que pensé", admitió sonriendo.

El esqueleto había servido para unir a todos en la fiesta y enseñarles que el miedo no es tan aterrador como parece, siempre que se enfrente con valentía y tranquilidad.

Al final de la noche, los amigos se dieron cuenta de que lo que hacía aterradora a la decoración era la creatividad y el ingenio con el que la había planeado. El esqueleto se convirtió en un símbolo de valentía y diversión. Ellos aprendieron que, aunque Halloween pueda parecer espeluznante, también es una oportunidad para disfrutar y compartir momentos inolvidables.

"¿Hacemos esto el próximo año?", preguntó Luisa.

Todos asintieron, sonriendo y recordando cómo habían enfrentado el miedo juntos. Halloween no era solo un momento para disfrazarse y recibir golosinas, sino un tiempo para celebrar la amistad y el coraje.

Y así, el esqueleto de plástico fue guardado con cariño, listo para hacer reír a todos otra vez el siguiente Halloween.

FIN.

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