El hechizo de la amistad


Había una vez en un colegio muy especial, un niño llamado Mateo que siempre estaba lleno de energía y alegría. Le encantaba jugar en el patio con sus amigos y correr de un lado a otro sin parar.

Un día soleado, mientras jugaban a la pelota, Mateo tropezó con una piedra y cayó al suelo lastimándose la rodilla. "¡Ay! ¡Me duele mucho!" -exclamó Mateo mientras lágrimas asomaban en sus ojos. Sus compañeros se acercaron rápidamente para ayudarlo.

Entre ellos estaba Sofía, una niña sabia y amorosa que siempre tenía las palabras adecuadas para reconfortar a sus amigos. "Tranquilo, Mateo. Recuerda las palabras mágicas que nos enseñaron en clase", dijo Sofía con calma.

"¿Palabras mágicas? ¿Cuáles son esas palabras?" preguntó Mateo entre sollozos. "Son palabras especiales que tienen el poder de sanar heridas y traer paz al corazón", explicó Sofía mientras acariciaba la cabeza de su amigo.

Los demás niños se reunieron alrededor de Mateo con curiosidad, esperando escuchar cuáles eran esas palabras tan asombrosas. Sofía cerró los ojos por un momento, respiró profundamente y comenzó a recitar:"Amistad, comprensión, empatía y amor, son las palabras que sanan cualquier dolor.

En momentos difíciles estamos juntos, nuestro apoyo es verdadero y rotundo. "A medida que Sofía pronunciaba estas palabras mágicas, una luz brillante parecía rodear a Mateo, calmando su dolor y secando sus lágrimas.

Poco a poco, la herida en su rodilla dejaba de doler y él se sentía reconfortado por el cariño de sus amigos. "¡Wow! ¡Realmente son palabras mágicas!" exclamó Mateo maravillado por lo ocurrido.

Desde ese día, cada vez que alguien en el colegio necesitaba ayuda o consuelo, recordaban las palabras mágicas de Sofía y juntos lograban superar cualquier obstáculo. La amistad y el cariño entre los niños crecían más fuertes con cada experiencia compartida.

Y así, gracias a las simples pero poderosas palabras mágicas de amistad, comprensión, empatía y amor, Mateo y sus amigos aprendieron que juntos podían enfrentar cualquier desafío que la vida les presentara. Y aunque los días trajeran caídas inesperadas como aquella del patio aquel día soleado; sabían que siempre podían contar unos con otros para levantarse nuevamente.

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