El Helado de la Amistad



Era un soleado sábado en el pequeño pueblo de Villa Dulce. Los niños corrían por las calles, llenos de risas y energía. Entre ellos estaba Facu, un niño de ocho años que adoraba el helado. Ese día, su mamá lo llevó a la heladería más famosa del pueblo: "La Nube de Sabor".

"¡Mamá! ¡Mirá todos esos sabores! ¿Puedo probar uno de cada uno?" dijo Facu, con los ojos brillantes.

"Calma, Facu. Elegí tu favorito para empezar", respondió su mamá riéndose.

Facu estaba tan emocionado que se acercó al mostrador y se quedó mirando todos los colores y combinaciones.

"Quiero uno de frutilla con chocolate, por favor", pidió al heladero, un hombre de barba canosa que siempre sonreía.

"¡Buen elección, pibe!", dijo el heladero mientras le servía una enorme bola de helado en un cucurucho. Facu tomó el helado, que parecía más grande que su mano, y se sentó en una de las mesas del lugar.

Mientras disfrutaba de su helado, vio a su amiga Lía, quien parecía un poco triste. Ella estaba sentada sola en una esquina, mirando su libro.

"¡Lía! ¿Querés venir a comer helado conmigo?" la invitó Facu.

Lía levantó la vista, sorprendida.

"No, gracias. Es que estoy un poco ocupada con esta historia..." dijo ella, apenada.

Facu se acercó y miró por encima de su hombro, intrigado por el libro.

"¿De qué trata?" preguntó con curiosidad.

"Es sobre un dragón que busca un amigo. Se siente solo porque todos le tienen miedo", explicó Lía.

Facu se quedó pensativo. A veces sentía lo mismo al jugar en la plaza, si acaso alguien quería jugar con él o no.

"A veces a mí también me da miedo salir a jugar. Pero cuando pruebo mi helado, me siento más valiente. El helado es como tener un amigo que siempre está ahí para hacerme feliz", dijo Facu, sonriendo.

Lía lo miró, sorprendida de su perspectiva.

"¡Eso suena genial!", dijo ella. "Quizás si el dragón tuviera un helado, no se sentiría tan solo...".

Facu sonrió de nuevo, y en un arranque de inspiración, exclamó:

"¡Podríamos hacer una historia juntos! Un dragón que encuentra a un amigo mientras come helado. Y el helado lo hace sentir feliz y valiente. ¿Te animás?".

Lía sonrió, por fin interesada.

"¡Sí! ¡Eso suena increíble!".

Así, Facu se sentó junto a Lía y comenzaron a escribir su historia. A medida que creaban el relato, el sol brillaba más, y el helado en su mano se iba derritiendo lentamente.

"¿Y si el dragón quiere probar todos los sabores de helado? Sería una aventura impresionante", propuso Lía.

"Podemos hacer que encuentre un sabor especial que lo haga más fuerte", sugirió Facu.

Pasaron la tarde riendo y creando su historia, mientras la heladería se llenaba de otros niños. Facu y Lía pronto se dieron cuenta de que, al igual que en el libro, tenían un nuevo amigo el uno al otro.

Justo cuando estaban por terminar su historia, Facu miró hacia la puerta y vio a Tomás, un niño que solía jugar solo en el parque. El corazón de Facu se agolpó de un mensaje importante.

"¡Lía! ¡Mirá! Tomás está solo. Vamos a invitarlo a que se una a nuestra historia!".

Lía se sorprendió, pero también sintió que era una gran idea.

"¡Sí, vamos!" contestó, levantándose rápidamente.

Los dos se acercaron a Tomás con una gran sonrisa.

"¡Hola, Tomás! Estamos escribiendo una historia sobre un dragón y helados. ¿Te gustaría unirte a nosotros y, de paso, comer helado también?" propuso Facu.

Tomás sonrió, un poco tímido.

"¿De verdad? Me encantaría participar, pero no tengo helado...".

Facu y Lía se miraron y luego, brillando de alegría, Facu exclamó:

"¡No importa! Siempre podemos compartir mi helado. ¡Hay suficiente para todos!".

Los ojos de Tomás se iluminaron.

"¿En serio?".

"¡Claro!" dijo Lía. "Así todos podemos disfrutar juntos".

Y así fue como Facu, Lía y Tomás se sentaron juntos, compartiendo risas, helado y una historia que fue creciendo bajo el sol. Desde entonces, cada sábado, se reunían en "La Nube de Sabor" a crear historias, a jugar y, por supuesto, a disfrutar de su amor por el helado y la amistad.

Facu aprendió que la felicidad se multiplica cuando se comparte, y que la verdadera amistad está en aceptar y acoger a los demás. Su historia sobre el dragón no solo trajo alegría a sus vidas, sino que también les enseñó que el salir a jugar, invitar a otros y compartir momentos dulces sí hacen la vida más rica.

Y así, la historia del dragón y el helado se convirtió en su mejor aventura, una que nunca olvidarían.

FIN.

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