El helado de los sueños



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Dulcinea, un niño llamado Lauti. Desde muy chico, Lauti adoraba los helados. Pasaba horas en la heladería de Don Choco, observando cómo se creaban esos ricos sabores que hacían sonreír a grandes y chicos.

Un día, mientras comía su helado preferido, un cono de frutilla que brillaba bajo el sol, Lauti se volvió hacia su mejor amiga, Clara, y le dijo:

"Clara, ¡tengo una idea loca! ¿Qué pasaría si creamos nuestra propia heladería?"

"¿Nosotros? Pero somos solo niños, ¿cómo haríamos eso?"

"Podemos inventar los sabores más extraños y divertidos, seguros de que a todos les encantarán. Alguien tiene que probar algo nuevo en Dulcinea. ¡Vamos a hacerlo!"

Clara se rió y dijo:

"Suena divertido, pero primero necesitamos plata, Lauti. No tenemos un centavo por el momento."

Lauti pensó un momento. Tenía que ser creativo. Así que, al día siguiente, decidió hacer un pequeño plano. Juntó a algunos amigos en el parque y les propuso:

"Si todos colaboran y traen algo, podemos hacer una gran venta de limonada y ganar el dinero que necesitamos para nuestros helados".

Los amigos se entusiasmaron y comenzaron a prepararse. Vendieron limonada, pasteles y hasta pulseras.

Cuando finalmente juntaron suficiente dinero, Lauti y Clara decidieron experimentar con los sabores. Se pasaron horas en la cocina de Lauti, mezclando frutas, helados y caramelos. Hicieron helados de mango y picadillo, de chocolate con maracuyá, y hasta uno que sabía a choclo con queso. Cada vez que creaban un nuevo sabor, llamaban a sus amigos para que lo probaran.

Un día, al llegar a la escuela, Lauti se animó a contarles a sus compañeros su idea:

"Chicos, el sábado vamos a abrir nuestra heladería en el parque. ¡No se lo pierdan!"

Los amigos se mostraron emocionados, pero al mismo tiempo dudosos. Algunos se reían:

"¿Vos decís que van a tener éxito? ¡Eso suena ridículo!"

Otros intentaron desanimarlos:

"El helado de choclo no le va a gustar a nadie, Lauti."

Pero Lauti no se rindió. Con apoyo de Clara y sus amigos, trabajaron duro para alistar todo. El día de la inauguración llegó, y una gran multitud se reunió en el parque.

Con un sombrero de cocinero que le quedaba un poco grande, Lauti comenzó a servir helados mientras Clara atendía a los clientes. Al principio, los primeros helados fueron dudosos. Muchos probaban el helado de choclo y hacían caras extrañas.

Una chica muy curiosa se acercó y le preguntó a Lauti:

"¿Por qué hiciste helado de choclo?"

"Porque pensé que podía ser algo diferente, y a algunos les gustan nuevas experiencias."

Para sorpresa de Lauti, varios niños comenzaron a disfrutar el helado de choclo, riendo y diciendo:

"¡Es raro, pero está bueno!"

La venta de helados comenzó a despegar, y poco a poco, todo el mundo probaba y recomendaba diferentes sabores. Los padres y adultos se acercaron y también comenzaron a disfrutar de los exóticos y divertidos helados.

La alegría de Lauti y Clara fue indescriptible. Después de una semana de actividad, lograron reunir tanto dinero que decidieron donar una parte a la escuela para actividades recreativas. Así, la idea loca se convirtió en una hermosa heladería que no solo brindaba deliciosos helados, sino que también unía a la comunidad.

Con el tiempo, Lauti y Clara aprendieron que la creatividad, la colaboración y el esfuerzo valen más que el dinero. La heladería se hizo famosa en toda Dulcinea y hasta realizaron eventos donde los niños podían inventar sus propios sabores. Cada nuevo sabor representaba la personalidad de cada niño.

Y así, Lauti nunca olvidó cómo una idea loca se transformó en un hermoso sueño, mostrando que con perseverancia y un poco de locura, se pueden alcanzar grandes cosas.

FIN.

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