El Helado Enamorado



En un pequeño pueblo llamado Dulcevida, vivía un helado llamado Rodolfo. Rodolfo era un helado de vainilla, con una cereza roja en la punta, y siempre lucía una sonrisa dulce en su rostro helado. Rodolfo trabajaba en la heladería del señor Manolo, donde pasaba sus días en el mostrador, esperando ser elegido por algún niño o niña que pasara por allí.

Un día, mientras Rodolfo estaba en su puesto, observó que una caja de helados de chocolate llegaba a la heladería. De repente, una de las barras de chocolate, llamada Clara, capturó la atención de Rodolfo. Su cono se llenó de mariposas y su corazón helado latía rápidamente. Desde ese momento, Rodolfo no podía dejar de mirar a Clara, quien se encontraba en el congelador junto a los demás helados de chocolate. Rodolfo sabía que debía hacer algo para conquistar el corazón de Clara.

Decidió pedir consejo a su amiga Paloma, una paleta de frutilla muy sabia. "Paloma, estoy enamorado de Clara, la barra de chocolate, pero no sé cómo acercarme a ella", le confesó Rodolfo. "No te preocupes, Rodolfo. Lo más importante es ser tú mismo y encontrar la manera de demostrarle a Clara tus sentimientos", le aconsejó Paloma. Con esas sabias palabras en mente, Rodolfo ideó un plan para acercarse a Clara.

Durante varios días, Rodolfo buscó la oportunidad perfecta para demostrarle a Clara lo especial que ella era para él. Finalmente, durante una tarde soleada, cuando la heladería estaba llena de clientes, Rodolfo vio a Clara en el extremo opuesto del congelador. Con determinación, Rodolfo se deslizó entre las demás barras de helado hasta llegar junto a Clara. "Hola, Clara. He querido decirte que desde que te vi, mi cono se llena de mariposas y mi corazón helado late aceleradamente. Me encantaría que fueras mi compañera de batalla en la heladería", confesó Rodolfo con timidez. Clara, sorprendida y conmovida, le sonrió a Rodolfo. "Claro que sí, Rodolfo. Me encantaría ser tu compañera de batalla y compartir aventuras heladas juntos", aceptó Clara. Desde ese día, Rodolfo y Clara se convirtieron en el dúo más dulce de la heladería del señor Manolo, compartiendo risas, conversaciones y, por supuesto, muchos momentos congelados juntos.

Cada vez que un niño o niña elegía a Rodolfo o a Clara en la heladería, ellos se miraban con una dulce complicidad, sabiendo que estaban juntos en aquella aventura helada. Desde entonces, todos en Dulcevida sabían que el amor entre un helado de vainilla y una barra de chocolate era posible, enseñando que las diferencias no importan cuando hay amor y respeto. Y así, Rodolfo y Clara continuaron endulzando la vida de todos en el pueblo, recordando que el amor siempre puede encontrarse en el lugar más inesperado.

FIN.

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