El helado mágico y la lección de Marcela


Había una vez una niña llamada Marcela, a quien le encantaba comer helados. Todos los días, después de la escuela, iba corriendo a la heladería del señor Antonio para disfrutar de su sabor favorito: chocolate con dulce de leche.

Un día soleado y caluroso, mientras Marcela saboreaba su helado en el parque, vio un cartel que decía: "¡Prueba nuestro nuevo helado mágico!". Curiosa por probar algo diferente, decidió entrar a la tienda y pedir uno.

El señor Antonio sonrió al verla y le dio el nuevo helado. Era un hermoso cono de colores brillantes y decorado con chispitas mágicas. Sin pensarlo dos veces, Marcela dio un gran mordisco.

De repente, comenzó a sentir cosquillas en todo su cuerpo. Miró sus manos y se dio cuenta de que se estaban volviendo pequeñas y peludas.

¡Marcela se había convertido en una abeja! Asustada pero decidida a encontrar una solución, voló hasta el mostrador donde estaba el señor Antonio. "-Señor Antonio, ¡ayúdeme! Me he convertido en una abeja", exclamó ella preocupada. El señor Antonio se sorprendió al verla pero mantuvo la calma. "-Tranquila Marcela", dijo él tranquilamente.

"-Este es un helado mágico que puede transformarte temporalmente si no lo comes completo". Marcela empezó a llorar desconsoladamente porque no quería ser una abeja para siempre.

El señor Antonio intentó consolarla diciéndole que tenía un amigo muy sabio que podría ayudarla a revertir la transformación. Juntos, volaron hasta el jardín de la señora Rosa, una anciana amable y conocedora de las plantas y los insectos. "-Señora Rosa, por favor ayúdeme.

Me he convertido en una abeja y no sé cómo volver a ser yo misma", suplicó Marcela. La señora Rosa se acercó suavemente y le explicó que había un antídoto para deshacer la transformación.

"-Debes recolectar polen de diferentes flores del jardín para hacer una poción especial", dijo ella con voz amable. Marcela siguió sus instrucciones al pie de la letra. Volaba de flor en flor, reagarrando cuidadosamente el polen necesario mientras aprendía sobre las diferentes especies de plantas y su importancia para los insectos como ella.

Después de recolectar todo el polen necesario, regresaron a casa de la señora Rosa donde prepararon la poción mágica. Marcela bebió lentamente el líquido dorado con esperanza en sus ojos. De repente, sintió un cosquilleo en todo su cuerpo nuevamente.

Al mirarse en un espejo cercano, vio cómo su forma volvía a ser humana.

¡Había vuelto a ser Marcela! Agradecida con el señor Antonio y la señora Rosa por su ayuda, Marcela prometió nunca más comer helados mágicos sin saber lo que podrían causarle. Desde ese día en adelante, Marcela disfrutaba sus helados sin preocupaciones pero siempre recordando aprender sobre lo que consume antes de probar algo nuevo e inesperado.

Y así, Marcela aprendió una valiosa lección: que la curiosidad debe ir de la mano con el conocimiento y la precaución. Y aunque su aventura como abeja fue emocionante, ella siempre preferiría ser una niña feliz y disfrutar de los helados sin transformaciones mágicas.

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