El helado perdido de Tomás



Había una vez un niño llamado Tomás, a quien le encantaba ir al parque a jugar con su pelota y comer helado. Un día soleado, su madre lo llevó al parque y le compró un delicioso helado de chocolate.

Tomás estaba tan emocionado que no podía esperar para saborearlo. "¡Gracias mamá! ¡Este helado se ve riquísimo!" - exclamó Tomás con una gran sonrisa en el rostro.

Mientras Tomás disfrutaba de su helado, vio a lo lejos a un perrito perdido que parecía necesitar ayuda. Sin pensarlo dos veces, dejó su helado en la banca y corrió hacia el perrito para ver si estaba bien.

Después de ayudar al perrito a encontrar a su dueño, regresó a la banca donde había dejado su helado, pero ¡oh no! El helado había desaparecido. Tomás comenzó a buscar por todas partes, pero no lograba encontrarlo. Estaba muy triste porque había perdido su delicioso helado de chocolate.

"¿Qué pasa Tomás? ¿Por qué estás tan triste?" - preguntó la abuela de Tomás, que acababa de llegar al parque para llevarlo a casa. "Abuela, perdí mi helado y no sé qué hacer.

Lo dejé en la banca y ahora no está" - respondió Tomás con los ojos llenos de lágrimas.

La abuela miró a su nieto con ternura y le dijo:"No te preocupes Tomás, sé que perdiste tu helado pero recuerda que siempre hay formas de solucionar las cosas. ¿Por qué no vamos juntos a buscar tu heladito perdido?"Tomás asintió emocionado y junto con su abuela comenzaron la búsqueda del heladito perdido.

Recorrieron todo el parque revisando cada rincón hasta que finalmente encontraron el envoltorio vacío del heladito cerca de un basurero. "Oh oh... parece que alguien más se encontró con tu rico postre antes que nosotros" - dijo la abuela con una sonrisa traviesa.

Justo en ese momento, un simpático señor mayor se acercó sosteniendo otro delicioso heladito de chocolate en sus manos. "Creo que esto es tuyo pequeño amigo" - dijo el señor mientras extendía el nuevo heladito hacia Tomás.

Tomás estaba sorprendido y feliz al mismo tiempo. Agradeció al señor por haber encontrado su preciado postre y compartió una parte del mismo con él como muestra de gratitud.

"¡Gracias abuela por ayudarme a encontrar miheladito otra vez! Y gracias también señor amable por devolvérmelo" - exclamó Tomás lleno de alegría mientras disfrutaba nuevamente de su tan ansiada golosina. La abuela sonrió orgullosa viendo cómo su nieto aprendió una importante lección sobre compartir, ser amable con los demás y nunca rendirse ante las adversidades.

Juntos siguieron disfrutando del hermoso día en el parque lleno de aventuras inesperadas pero siempre acompañados del amor familiar.

FIN.

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