El héroe de la bellota


Había una vez en el bosque un ciempiés llamado Ciro, que era conocido por ser el más ágil y veloz de todos.

Ciro se pasaba los días recorriendo el suelo del bosque en busca de hojas frescas y jugosas para comer. Un día, mientras disfrutaba de un sabroso festín de hojas verdes, escuchó un ruido extraño que provenía del otro lado del arroyo.

Intrigado, Ciro se acercó sigilosamente al borde del arroyo y vio a una familia de ardillas intentando cruzar de un árbol a otro con un puente improvisado hecho de ramas. Una de las ardillas llevaba una bellota gigante en sus manos, pero justo en medio del puente, tropezó y la bellota cayó al agua.

"Oh no, ¡mi preciosa bellota!", exclamó la ardilla con tristeza. Ciro sintió compasión por la pobre ardilla y decidió ayudarla.

Con su rapidez y destreza habituales, el ciempiés se deslizó por las ramas hasta llegar al borde del arroyo. Sin dudarlo ni un segundo, extendió sus múltiples patas hacia abajo y logró agarrar la bellota antes de que fuera arrastrada por la corriente.

"¡Aquí tienes tu bellota!", dijo Ciro mientras devolvía la preciada nuez a la ardilla. "¡Oh, muchísimas gracias, amable ciempiés! Eres todo un héroe", respondió la ardilla emocionada. La noticia sobre la valentía y generosidad de Ciro se esparció rápidamente por todo el bosque.

Los demás animales quedaron impresionados por su acto heroico y decidieron organizar una fiesta en su honor. Habría baile, comida deliciosa e incluso una medalla especial para premiar su valentía. Ciro estaba abrumado por toda esa atención inesperada.

Nunca había imaginado que algo tan simple como ayudar a alguien pudiera tener semejante impacto en los demás. Se sintió feliz de haber podido hacer sonreír a la ardilla y aprender algo nuevo sobre cómo pequeños gestos pueden marcar una gran diferencia en el mundo.

Desde ese día en adelante, Ciro siguió recorriendo el bosque en busca de hojas frescas para comer; pero ahora lo hacía con una nueva perspectiva: siempre estar dispuesto a tenderle una pata (o muchas) a quien lo necesitara.

Y aunque seguía siendo conocido como el ciempiés más ágil y veloz del bosque, ahora también era reconocido como el más amable y solidario.

Y así fue como Ciro descubrió que reagarrar no solo podía significar tomar algo con las patas nuevamente; también podía representar dar una mano cuando alguien lo necesitaba.

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