El héroe del río Pachachaca


Había una vez en un pequeño pueblo de la provincia de Jujuy, un niño llamado Mateo. Mateo era un niño muy curioso y soñador, le encantaba pasar horas observando el río Pachachaca que cruzaba su pueblo.

Un día, mientras jugaba a la orilla del río, se detuvo a mirar fijamente el agua cristalina y susurró para sí mismo: "Mi alma es como la del río Pachachaca".

Desde ese momento, Mateo comenzó a comparar su vida con la del río. Así como el agua fluía sin cesar por el cauce, él sentía que su vida también avanzaba constantemente hacia adelante.

Además, al igual que el río alimentaba la tierra y daba vida a los campos cercanos, él quería hacer cosas buenas para ayudar a los demás y ser una persona positiva en su comunidad. Un día, mientras Mateo estaba ayudando a limpiar las márgenes del río junto con otros vecinos, escuchó un grito desesperado.

Era Manuel, un anciano del pueblo que había caído al agua y luchaba por mantenerse a flote. Sin dudarlo un segundo, Mateo se lanzó al río y nadó rápidamente hacia Manuel.

"¡Agárrate fuerte abuelito! ¡No te preocupes, te sacaré de aquí!" -gritó Mateo mientras extendía su mano hacia Manuel. Con valentía y determinación lograron llegar ambos sanos y salvos a la orilla.

El pueblo entero los recibió con aplausos y lágrimas de alegría por la valentía demostrada por el joven Mateo. A partir de ese día, Mateo se convirtió en todo un héroe local.

Pero lo más importante para él no eran los halagos o reconocimientos; lo más importante era saber que había seguido los valores que tanto admiraba del río Pachachaca: fluir constantemente hacia adelante y ser fuente de vida para quienes lo rodeaban.

Y así, entre risas y juegos junto al río que tanto amaba, Mateo aprendió una gran lección: cada uno tiene dentro de sí mismo la fuerza para ser como un río poderoso que fluye con bondad y generosidad hacia los demás. Y colorín colorado este cuento ha terminado pero recuerda ¡sé siempre como el río Pachachaca!

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