El Hogar de Francheska, Moly y Sasha
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Perruna, una niña llamada Francheska que vivía con sus dos adorables perros, Moly y Sasha.
Francheska los había encontrado abandonados en la calle y desde entonces se habían convertido en su familia. Un día, mientras paseaban por el parque, Francheska vio un cartel que decía: "¡Adopta a tu mejor amigo! ¡Perros en busca de hogar!".
Sin dudarlo un segundo, decidió acercarse para ver si podía ayudar a alguno de esos perritos sin familia. Al llegar al refugio de animales, Francheska se encontró con muchos perros tristes y solos.
Pero uno de ellos llamó especialmente su atención: era un cachorrito blanco con manchas negras que parecía estar esperando algo. Sin pensarlo dos veces, Francheska supo que ese perrito sería parte de su familia. "¡Mira Moly y Sasha! ¡Este es Maxi y será nuestro nuevo hermanito!" exclamó Francheska emocionada.
Los tres perritos se llevaron genial desde el primer momento. Juntos corrían por el parque, jugaban a la pelota y se cuidaban mutuamente. La vida de Francheska ahora estaba llena de alegría y amor gracias a sus tres fieles amigos.
Pero un día todo cambió cuando una familia muy especial visitó Villa Perruna en busca de un compañero animal. Eran los Martínez, una familia cariñosa y amorosa que buscaba darle un hogar a un perro necesitado.
"¿Y qué tal estos tres traviesos?" preguntó el señor Martínez señalando a Moly, Sasha y Maxi. Francheska sintió un nudo en la garganta al pensar en separarse de sus queridos amigos, pero sabía que los Martínez les darían todo el amor del mundo.
Con lágrimas en los ojos asintió con tristeza. "Creemos que ustedes son la familia perfecta para ellos", dijo Francheska con voz entrecortada. Los Martínez no podían creer su suerte al encontrar a tres perros tan increíbles como Moly, Sasha y Maxi.
Los recibieron con los brazos abiertos en su hogar lleno de amor y alegría. Los perritos pronto se adaptaron a su nueva vida rodeados de cariño y cuidados.
Francheska visitaba a sus antiguos amigos cada semana para asegurarse de que estuvieran bien atendidos. Los Martínez le agradecían profundamente por haberles dado la oportunidad de tener a esos maravillosos perritos como parte de su familia.
Con el tiempo, Francheska comprendió que aunque ya no estuvieran juntos todos los días, el vínculo especial que compartían nunca desaparecería. Y así aprendió una valiosa lección: el verdadero amor significa poner la felicidad del otro por encima de la propia. Y colorín colorado este cuento ha terminado; pero recuerda siempre...
¡Adopta, no compres!
FIN.