El Hogar de los Conejitos
Había una vez en el bosque un par de conejitos llamados Pancho y Lola. Un día, un terrible incendio azotó el bosque, y Pancho y Lola perdieron a toda su familia. Ahora estaban solos y sin hogar. Decidieron aventurarse en busca de un nuevo lugar donde vivir. Durante su travesía, se encontraron con un simpático grillo llamado Tito. Tito les ofreció su ayuda y les indicó que el sabio búho del bosque, Don Leopoldo, les daría la mejor orientación para encontrar un nuevo hogar. Los conejitos, emocionados por la idea, siguieron a Tito hasta el árbol donde vivía Don Leopoldo.
Al llegar al árbol, vieron al magnífico búho que los miraba con ojos sabios. Don Leopoldo les contó sobre un hermoso prado donde podrían construir una nueva madriguera. Los conejitos agradecieron su ayuda y se dispusieron a seguir el camino indicado por el búho. Pero en el camino, algo extraño sucedió. Tito empezó a comportarse de forma extraña, diciéndoles que se detuvieran y no avanzaran. Pancho y Lola se sorprendieron, sin comprender por qué su amigo grillo actuaba de esa manera.
- ¿Qué sucede, Tito? - preguntó Pancho, desconcertado.
- No pueden seguir, es peligroso - respondió Tito con voz temblorosa.
Sin embargo, Pancho y Lola, desconfiando de las palabras de Tito, decidieron seguir su camino. Pronto descubrieron que Tito no era su amigo, sino que los había engañado para llevarlos a una trampa. Unos astutos zorros estaban al acecho, dispuestos a atrapar a los indefensos conejitos. Por suerte, antes de que los zorros pudieran hacerles daño, Don Leopoldo apareció en el momento oportuno y con su sabiduría, logró ahuyentar a los malvados zorros.
- ¿Por qué nos engañaste, Tito? - preguntó Lola, con tristeza en su voz.
- Lo siento mucho. Los zorros me prometieron un buen lugar para vivir si los ayudaba a atrapar a unos conejitos. Pero me equivoqué, ustedes son mis amigos. Perdónenme - dijo Tito arrepentido.
Pancho y Lola, aunque decepcionados, decidieron perdonar a Tito. Entendieron que no todos los que parecen amigos en realidad lo son, pero también aprendieron a valorar la verdadera amistad. Gracias a la sabiduría de Don Leopoldo, los conejitos encontraron finalmente un hermoso prado donde construyeron una nueva madriguera y vivieron felices, rodeados de amigos de verdad.
Fin
FIN.