El hogar de Martina, Tatiana y Thadeo


Había una vez en una casa muy alegre, donde vivíamos mis hermanitos y yo. Yo soy Martina, tengo 8 años, mi hermana Tatiana tiene 12 y mi pequeño hermanito Thadeo tiene apenas 2 añitos.

Cada tarde, al volver de la escuela, Thadeo llegaba con una sonrisa que iluminaba toda la habitación. Era tan lindo verlo corretear por la casa con tanta alegría. Siempre lo esperábamos ansiosos para darle un gran abrazo y jugar juntos.

"¡Hola Thadeo! ¿Cómo estuvo tu día en la escuela?" -le preguntaba siempre mientras le daba un beso en la mejilla. Thadeo reía feliz y nos contaba sus aventuras del día con su vocecita tierna que nos derretía el corazón.

Después de saludarlo, mamá nos preparaba una rica merienda con galletitas y jugo para compartir los tres juntos.

Después de llenar nuestras pancitas, decidíamos qué hacer: a veces veíamos dibujitos en la tele o preferíamos jugar con los juguetes esparcidos por el living. A Thadeo le encantaba armar torres con bloques de colores mientras Tatiana y yo lo ayudábamos para que no se caigan.

"¡Cuidado Thadeo! ¡No vayas a tirar todo abajo!" -le decía Tatiana riendo mientras intentábamos mantener las torres en pie. Pero lo más emocionante ocurría cuando caía la noche. A las 7 en punto llegaba Tatiana de sus actividades extracurriculares, siempre radiante y llena de energía.

Nos sentábamos todos juntos a cenar platos deliciosos que mamá había preparado con tanto amor durante el día. "¿Cómo te fue hoy, Tati? ¿Aprendiste algo nuevo?" -preguntábamos ansiosos por saber sobre su día. Tatiana nos contaba historias fascinantes sobre sus clases y aventuras con sus amigos mayores.

Nosotros escuchábamos atentamente cada palabra como si fuera un cuento mágico que solo ella podía narrar.

Después de cenar, ya cansados pero felices por haber compartido momentos tan especiales juntos, mamá nos mandaba a lavarnos los dientes antes de irnos a dormir. Con besos y abrazos nos deseábamos buenas noches entre risas y juegos hasta que Morfeo venía a llevarnos al mundo de los sueños donde todo era posible.

Y así terminaban nuestros días llenos de risas, juegos y amor en nuestra casita llena de colores donde reinaba la felicidad entre mis hermanitos y yo. Porque al final del día lo más importante era estar juntos como una familia unida para siempre.

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