El hogar de Mono



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, un gatito negro con manchas blancas al que todos conocían como Mono. Mono era muy travieso y curioso, siempre estaba metiéndose en problemas y causando alboroto por donde pasaba.

Un día, Mono se dio cuenta de que ya no tenía a nadie que lo cuidara. Su dueño lo había abandonado en la calle sin ninguna razón aparente.

El pobre gatito se sintió triste y desamparado, pero decidió no dejarse vencer por las circunstancias. Mono decidió entonces emprender un viaje en busca de un nuevo hogar donde pudiera ser querido y cuidado como se merecía.

Recorrió calles y callejones, preguntando a cada persona que encontraba si podía quedarse con ellos, pero lamentablemente todos le cerraban la puerta en la cara. Desanimado, Mono decidió refugiarse bajo un viejo árbol en el parque del pueblo. Estaba tan cansado y hambriento que se quedó dormido profundamente.

Al despertar, se encontró con una sorpresa inesperada: una familia de ratoncitos lo rodeaba, mirándolo con curiosidad y ternura. "¡Hola! ¿Quiénes son ustedes?" preguntó Mono sorprendido. "Somos los ratoncitos del parque", respondió el más pequeño de ellos.

"Hemos visto cómo has sido rechazado por todos en el pueblo, pero nosotros queremos ofrecerte nuestro hogar". Mono no podía creerlo. Los ratoncitos eran considerados sus presas naturales, ¡pero allí estaban ofreciéndole su amistad!"Muchas gracias por su generosidad", dijo Mono emocionado.

"Pero tengo miedo de lastimarlos sin querer". Los ratoncitos sonrieron y le explicaron que confiaban plenamente en él porque habían visto su buen corazón a pesar de todo.

Así fue como Mono comenzó a vivir con los ratoncitos en el parque del pueblo. Aprendió a convivir pacíficamente con ellos, protegiéndolos de otros depredadores y compartiendo momentos felices juntos. Un día, mientras paseaban por el parque, vieron a una niña triste sentada en un banco.

Se acercaron a ella para consolarla y descubrieron que también había sido abandonada por su familia. Mono recordó lo mal que se sintió cuando fue abandonado y decidió ayudar a la niña tal como los ratoncitos lo habían ayudado a él.

La niña encontró consuelo y compañía en Mono y los ratoncitos, formando así una nueva familia llena de amor y solidaridad.

Desde ese día en adelante, Mono entendió que un hogar no necesariamente tiene que ser perfecto o convencional; puede estar donde haya amor sincero y gente dispuesta a ayudarse mutuamente sin importar las diferencias.

Y así fue como Mono el gato abandonado encontró finalmente su verdadero hogar junto a sus amigos inseparables: los ratoncitos del parque y la niña sin familia.

FIN.

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