El hogar entre tormentas


Había una vez en la hermosa Pampa argentina, un gaucho llamado Pablo y su fiel compañera, China Rosa. Vivían juntos en una pequeña casita hecha de barro y paja, rodeada de árboles frondosos y praderas verdes.

Un día, mientras Pablo estaba arreglando el techo de la casita, una fuerte tormenta se desató sobre la Pampa. Los vientos soplaban con fuerza y las nubes grises oscurecían el cielo. El ruido del trueno hacía temblar el suelo.

"-¡China Rosa, rápido! Tenemos que buscar refugio antes de que sea demasiado tarde", gritó Pablo preocupado. Los dos corrieron hacia la casita y justo cuando estaban a punto de entrar, un rayo cayó sobre ella provocando que se derrumbara completamente.

Solo quedaron escombros donde antes había sido su hogar. Pablo miró con tristeza los restos de lo que solía ser su casa.

China Rosa se acercó a él y le dio un lametón en la mano como diciéndole: "No te preocupes, amigo mío". Decididos a no rendirse ante esta adversidad, Pablo tomó a China Rosa de las riendas y emprendieron un viaje por toda la Pampa para encontrar ayuda.

En su camino encontraron a Don Ernesto, un viejo gaucho sabio que vivía en una gran estancia cercana. Le contaron lo que les había pasado y Don Ernesto les ofreció ayuda generosamente:"-Pueden quedarse aquí hasta que puedan reconstruir su casa nuevamente. Además, tengo muchos amigos dispuestos a ayudarlos.

"Pablo y China Rosa se sintieron aliviados por la amabilidad de Don Ernesto. Durante los días siguientes, trabajaron arduamente junto a los amigos de Don Ernesto para levantar una nueva casita.

Cada uno colaboró con lo que podía: unos trajeron maderas, otros llevaron herramientas, y algunos hasta cocinaron deliciosos asados para alimentar a todos los voluntarios. La solidaridad y el trabajo en equipo eran los pilares de esta comunidad gaucho.

Todos sentían que era un honor poder ayudar a Pablo y China Rosa, quienes habían demostrado ser valientes y perseverantes. Después de semanas de arduo trabajo, finalmente la nueva casita estaba lista. Era más fuerte y hermosa que la anterior.

Tenía un techo resistente hecho con chapas y paredes firmes construidas con ladrillos. "-¡Mira China Rosa! Nuestra nueva casita es maravillosa", exclamó Pablo emocionado. China Rosa movió su cola felicitando a su amigo por no haberse dado por vencido.

Juntos volvieron a su hogar renovado, sabiendo que aunque las adversidades puedan llegar, siempre habrá alguien dispuesto a brindar ayuda cuando más se necesita.

Desde aquel día, Pablo y China Rosa aprendieron el valor del trabajo en equipo, la importancia de pedir ayuda cuando se necesita y nunca rendirse ante las dificultades. Y así vivieron felices en su querida Pampa argentina rodeados de amigos solidarios.

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