El hombre avaro y su hermano pobre
Había una vez en un pequeño pueblo un hombre llamado Martín, que era conocido por su gran avaricia. Siempre pensaba en acumular más y más riquezas, sin importarle nada ni nadie a su alrededor.
Martín tenía un hermano llamado Pedro, quien, a diferencia de él, era un hombre humilde y trabajador, pero que lamentablemente no tenía mucha suerte en la vida.
Un día, Martín recibió una visita inesperada de un hombre sabio, quien le dijo: "Martín, si sigues por este camino de avaricia, nunca serás verdaderamente feliz". Martín, sin prestarle atención, despidió al hombre sabio y siguió acumulando riquezas de manera desmedida. Mientras tanto, Pedro luchaba día a día para poder sobrevivir.
Una noche, Martín escuchó un golpe en la puerta y, al abrirla, se encontró a su hermano Pedro, desesperado por ayuda. Pedro le contó que su casa se había incendiado y lo había perdido todo.
A pesar de ello, Martín no quiso ayudarlo y lo echó a la calle. Esa noche, Martín no pudo conciliar el sueño, atormentado por la mirada triste de su hermano. Al día siguiente, Martín decidió visitar al hombre sabio para pedirle consejo.
El hombre sabio lo escuchó atentamente y le dijo: "Martín, el verdadero valor de la riqueza no está en acumularla, sino en compartirla y ayudar a quienes lo necesitan". Martín reflexionó sobre sus acciones y tomó una decisión.
Buscó a su hermano, lo acogió en su casa y juntos empezaron de nuevo. Martín aprendió que la verdadera felicidad no está en acumular riquezas, sino en ayudar a los demás y compartir lo que se tiene.
Desde ese día, los dos hermanos trabajaron juntos para ayudar a los más necesitados del pueblo, y encontraron la verdadera riqueza en la amistad y el apoyo mutuo.
FIN.