El Hombre de Pan
Hace muchos y muchos años, en un país muy lejano, había un rey que siempre tenía mucha hambre. Su estómago parecía un océano sin fondo. Los cocineros del castillo, que eran muy habilidosos, hacían deliciosos platos: sopas humeantes, asados dorados y tartas de frutas frescas, pero nada parecía saciar al rey.
Un día, un joven aprendiz de cocinero llamado Lucas decidió presentarse ante el rey. "Majestad, he escuchado que su hambre no tiene límites. Quizás yo pueda ayudarlo"-, dijo con un brillo en sus ojos y un delantal en su cintura. El rey lo miró intrigado."¿Y qué puedes ofrecerme, joven?"- preguntó con una sonrisa burlona.
Lucas se armó de valor y respondió: "He oído historias sobre un pan mágico, hecho por una abuela que vive en las montañas. Dicen que es tan delicioso que puede saciar incluso la mayor de las hambres"-.
El rey, interesado, decidió enviar a Lucas en una misión. "Si traes ese pan, te daré una gran recompensa"- dijo, y luego añadió con un tono pensativo "Pero si no lo consigues…¡bueno, ni lo pienses!"-. Lucía cierta presión mientras el joven aceptaba el desafío.
Lucas partió al amanecer, atravesando bosques y ríos. En su camino, se encontró con una anciana que lo miró con curiosidad. "¿Adónde vas, muchacho?"-, le preguntó. "Busco el pan de la abuela en las montañas, para saciar el hambre del rey"-, contestó Lucas.
La anciana sonrió. "En ese caso, necesitarás más que sólo un buen claro de luna. La abuela no entrega su pan a cualquier viajero. Tendrás que demostrar tu nobleza"-.
Lucas, algo confundido, preguntó: "¿Y cómo puedo demostrar mi nobleza?"-
La anciana le dio un consejo valioso: "El verdadero poder de la comida está en compartir. Haz una buena acción en tu camino y quizás así te merezcas el pan"-.
Agradecido, Lucas continuó su viaje. De pronto, vio a un niño llorando porque había perdido su juguete en el arroyo. Lucas decidió ayudarlo. "¡No te preocupes!", le dijo mientras se arrodillaba y伸aró su mano al río, "Voy a encontrarlo para vos"-.
Después de un rato, logró recuperar el juguete, y el niño sonrió. "¡Gracias, amigo!"- exclamó. Lucas sintió una alegría inmensa; una lección de bondad se había sembrado en su corazón.
Al llegar a la montaña, Lucas encontró la casa de la abuela. Le tocó la puerta y fue recibido por una mujer de ojos chispeantes."¿Qué deseas, joven?"-.
Él explicó su misión, pero la abuela solo sonrió y dijo: "Primero muéstrame tu corazón. ¿Haz hecho alguna buena acción hoy?"-
Entonces Lucas relató sobre el niño al que había ayudado. La abuela sonrió con satisfacción. "Esto es lo que realmente importa. Traeré el pan, pero con una condición: debes compartirlo"-.
Esa noche, la abuela hizo un pan que brillaba como el oro, y Lucas lo llevó de regreso al castillo. Al llegar, el rey lo esperó con ansias. "¿Dónde está el pan, joven?"- preguntó ansioso.
Lucas sonrió y respondió: "Majestad, he traído el pan, pero no puede ser solo para usted. Debe ser compartido con todos los que tienen hambre"-.
El rey, sorprendido, miró el pan y luego al aprendiz. La nobleza de Lucas había influido en su corazón. "Está bien. Compartamos el pan con el pueblo"- dijo el rey con una sonrisa genuina.
Así, ese día el rey, Lucas y toda la gente del reino compartieron el pan mágico. La risa y el placer de la comida crearon un ambiente de alegría que el rey nunca había sentido antes.
Desde entonces, el rey aprendió que la verdadera felicidad no provenía de comer solo, sino de compartir. Y así, el reino floreció, lleno de bondad, alegría y… ¡un buen de pan!
Y cada vez que alguien tenía hambre, recordaban la historia del joven Lucas y cómo un sencillo acto de bondad permitió a todos disfrutar del delicioso pan de la abuela.
FIN.