El hombre del bosque encantado


Había una vez un hermoso bosque encantado y mágico, donde los árboles susurraban secretos al viento y las flores brillaban con colores nunca vistos.

En ese bosque vivían criaturas mágicas como hadas, duendes y unicornios, que jugaban y reían todo el día. Un día, un hombre llamado Tomás caminaba por el bosque en busca de aventuras. Tomás era un hombre amable y curioso, que siempre había creído en la magia.

Mientras caminaba, Tomás escuchó risas y cantos provenientes de un claro en el bosque. Decidió acercarse y descubrió a las hadas y los duendes bailando alrededor de una gran piedra brillante. - ¡Hola! ¿Qué están celebrando? - preguntó Tomás con una sonrisa.

Las hadas y los duendes se detuvieron y lo miraron sorprendidos. - Hola, humano. Estamos celebrando el día de la alegría, pero los humanos no suelen ver nuestra fiesta - dijo la reina de las hadas.

Tomás les explicó que siempre había creído en la magia y que adoraba descubrir nuevos mundos. Las criaturas mágicas lo miraron con curiosidad y decidieron invitarlo a su fiesta. Durante la celebración, Tomás bailó con las hadas, rió con los duendes y escuchó historias asombrosas sobre el bosque encantado.

Al final de la fiesta, la reina de las hadas lo llamó. - Tomás, has demostrado ser un humano especial. Por eso, queremos regalarte un pedazo de magia para llevar contigo. Tomás cerró los ojos y extendió las manos.

Cuando los abrió, descubrió que tenía un pequeño frasco lleno de polvo de estrellas. Las criaturas mágicas le explicaron que el polvo de estrellas le daría la capacidad de ver la belleza y la magia en el mundo cotidiano.

Tomás agradeció el regalo y prometió cuidarlo para siempre. Desde ese día, Tomás llevó siempre consigo el frasco de polvo de estrellas y, con su ayuda, enseñó a otras personas a ver la magia que los rodeaba.

Y así, el hombre del bosque encantado enseñó al mundo que la magia no solo existe en los cuentos, sino también en cada pequeño rincón de la vida cotidiana.

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