El Hombre Enojado y la Ada Jackie
En una aldea rodeada de montañas y ríos cristalinos, vivía un hombre llamado Bruno. Bruno era conocido por su gran fuerza, pero también por su mal carácter. Siempre estaba enojado, incluso por las cosas más pequeñas. Su enfado era tan fuerte que a veces las flores dejaban de crecer a su alrededor. Todos en la aldea lo evitaban, excepto una mágica hada llamada Jackie.
Jackie era un hada colorida y risueña que siempre buscaba el lado positivo de las cosas. Un día, mientras volaba sobre la aldea, vio a Bruno gritando porque no podía encontrar su martillo.
"¿Por qué gritas tanto, Bruno?" - preguntó Jackie.
"Porque nadie me ayuda y no encuentro mis cosas!" - respondió él, frustrado.
"Quizás si pides ayuda en lugar de gritar, la gente se acercará a ti" - sugirió Jackie amablemente.
"¿Y qué si no me entienden?" - gruñó Bruno.
Jackie, sintiéndose un poco triste por su amigo, decidió que debía ayudarlo. Así que, con un toque de su varita mágica, preparó una sorpresa para Bruno. Esa noche, en la plaza del pueblo, Jackie organizó una fiesta en su honor, invitando a todos los aldeanos.
El día de la fiesta, Bruno se sorprendió al ver todas las luces brillantes y a sus vecinos sonrientes.
"¿Qué es esto?" - preguntó, con la voz un poco más suave.
"Es nuestra manera de mostrarte que te valoramos, Bruno. Queremos ser tus amigos!" - dijo Jackie, mientras hacía girar las luces de colores.
"¡No necesito amigos!" - contestó él, pero mirando a su alrededor notó que todos estaban felices.
A medida que la noche avanzaba, más personas se le acercaban, ofreciéndole comida y bailando a su alrededor. Poco a poco, el enojo de Bruno comenzó a desvanecerse. Se sintió acogido y, aunque al principio intentó ignorarles, no pudo evitar sonreír cuando una niña le ofreció un pedazo de pastel.
"Está delicioso, ¿cómo lo hiciste?" - preguntó, probando el pastel.
"Con amor y ayuda de mis amigos!" - respondió la niña.
Bruno pensó un momento en lo que había dicho la niña. De repente, se dio cuenta de que, tal vez, no estaba solo en el mundo. Decidió probar algo nuevo. Se acercó a Jackie y le dijo:
"Tal vez deberías enseñarme un poco sobre cómo ser más amable."
"¡Claro, Bruno!" - exclamó Jackie, emocionada. "Podemos practicar juntos!"
A partir de ese día, Bruno comenzó a cambiar. Cada mañana, Jackie le enseñaba a ver lo bueno en cada situación. Si algo salía mal en la aldea, la podía ayudar a encontrar una solución en lugar de enojarse. Uriel, el panadero, se olvidó de su pedido una vez y, en lugar de gritar, Bruno le dijo:
"¡No importa, Uriel! Podemos hacerlo juntos en lugar de enojarnos."
Con el tiempo, la aldea comenzó a notar la transformación de Bruno. Las flores comenzaron a florecer de nuevo a su alrededor, y los aldeanos lo recibían con sonrisas en lugar de temor. Un día, gracias a Jackie y su nueva actitud, Bruno decidió invitar a todos a una gran fiesta.
Cuando todos llegaron, Bruno subió al escenario y, con el corazón lleno de gratitud, dijo:
"Gracias a cada uno de ustedes por darme una segunda oportunidad. He aprendido que juntos somos más fuertes, y que compartir la alegría es mucho mejor que enojarse. ¡Espero que sigamos creciendo juntos!"
"¡A la amistad!" - gritó Jackie, y todos brindaron juntos.
Desde ese día, Bruno ya no fue conocido como el hombre enojado, sino como el gran amigo de todos, que junto con el hada Jackie, ayudó a construir una aldea más unida y feliz.
Y así, Bruno aprendió que el enojo no resolvía nada, pero la amabilidad y la amistad sí podrían cambiarlo todo. Juntos, Bruno y Jackie vivieron felices, recordando siempre que lo más importante no era la tranquilidad de la aldea, sino la felicidad de compartir momentos con aquellos que querían.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
FIN.