El Hombre Gris y el Arcoíris de Colores
En un pequeño pueblito de Argentina, un hombre llamado Don Gris caminaba por las calles con su cubeta de pintura gris. Su aspecto era tan apagado que hasta las nubes se escondían detrás de su sombrero. Don Gris siempre había querido que todos fueran como él: grises y sin color.
Un día, mientras pintaba una casa de un alegre color amarillo, una niña llamada Clara se acercó curiosa.
"¿Por qué pintas todo de gris, Don Gris?" - preguntó Clara, con su cabello rubio brillando al sol.
"Porque el gris es el color perfecto. No hay problemas con el gris. Quiero que todos sean como yo: grises y tranquilos" - respondió Don Gris.
"Pero el pueblo se ve tan triste sin color!" - insistió Clara, apuntando al jardín lleno de flores de varios colores.
Don Gris, al escuchar esto, frunció el ceño.
"¡No importa!" - dijo, y decidió llevarse a Clara para pintarla de gris.
Pero Clara, astuta y valiente, exclamó:
"¡Espera! Te apuesto a que no puedes hacer que el arcoíris desaparezca!"
Intrigado, Don Gris aceptó la apuesta. Clara salió corriendo hacia el puente del río. Allí, con su voz dulce, comenzó a cantar:
"Rojo, azul, verde, ¡morado! ¡Vengan aquí! ¡El arcoíris es nuestra alegría!"
Los colores comenzaron a bailar y a brillar en el cielo. La voz de Clara era tan fuerte que incluso las nubes grises comenzaron a moverse, llenando el aire de risas y sonidos coloridos.
Al ver esto, Don Gris se sintió amenazado.
"¡No puedes hacer eso! ¡El color debe ser gris!" - gritó, mientras trataba de agarrar un tarro de pintura para cubrir los colores del arcoíris. Pero en lugar de hacerlo, resbaló y cayó en un barril de pintura gris.
Cuando salió, estaba empapado de gris y también parece que algo había cambiado en él. Clara se acercó y le dijo:
"Mirá lo que hiciste. Tu gris no puede borrar la felicidad de los colores. Todos son un poco de gris, un poco de alegría y un poco de amor."
Don Gris, mirándose y sintiéndose un poco raro, comenzó a notar que la pintura en el barril había dejado manchones coloridos sobre su piel.
"¿Es que soy un poco más... diferente ahora?" - preguntó, sorprendido.
"Sí, y eso está bien!" - respondió Clara con una sonrisa.
A partir de aquel día, Don Gris comenzó a entender que no estaba mal tener colores en la vida. Con cada visita que hacía al pueblo, en lugar de pintar de gris, se unía a los niños y las familias para crear murales coloridos.
"Tal vez el gris esté bien, pero los colores hacen que todo sea más bonito" - dijo una tarde mientras pintaba junto a Clara.
Al final, el pueblo transformado con colores brillantes se convirtió en un lugar lleno de risas y diversidad. Don Gris, aunque todavía le gustaba el gris, comprendió que la alegría de los colores era lo que realmente llenaba el corazón. Y así, desde aquel día, el pueblo fue conocido como el pueblito del arcoíris.
Clara y Don Gris se hicieron grandes amigos y juntos aprendieron a celebrar cada color de la vida, sabiendo que cada uno de ellos tenía su propia importancia.
Desde ese entonces, nunca volvieron a ver a Don Gris sin una sonrisa en el rostro y un pincel en sus manos, pintando la vida con todos los colores del mundo.
FIN.