El Hombre Lobo de Guatimosín



En el tranquilo pueblo de Guatimosín, la luna llena brillaba intensamente esa noche. Todos los habitantes estaban en casa, encerrados y seguros. Sin embargo, en el bosque cercano, un hombre lobo llamado Lucho se sentía muy solo.

Lucho no era un hombre lobo común, en su corazón seguía habiendo un niño que solo quería hacer amigos. Esa noche, mientras caminaba entre los árboles, decidió que iba a buscar amigos en el pueblo. Se combió su melena y arrastró su gran cola, intentando parecer lo menos aterrador posible.

Cuando llegó al pueblo, los habitantes lo miraron con sorpresa y un poco de miedo. Lucho intentó sonreír:

"¡Hola! Soy Lucho y no vine a asustarlos. Solo quiero hacer amigos."

Los niños, que habían escuchado historias de un hombre lobo feroz, se refugiaron detrás de sus padres. Una niña valiente, llamada Sofía, decidió que debía hablar.

"¿Por qué te gustaría ser nuestro amigo? ¿No deberías asustarnos?"

Lucho se agachó, intentando parecer más pequeño y menos amenazante.

"He estado solo durante mucho tiempo. La gente siempre cree que soy peligroso, pero solo quiero jugar y compartir buenos momentos."

Sofía miró a su alrededor, y aunque muchos seguían asustados, sus otros amigos comenzaron a acercarse.

"Pero, Lucho, ¿qué te gusta hacer?"

Lucho, emocionado, respondió:

"Me encanta correr bajo la luna, jugar a las escondidas y contar historias. También puedo ayudar a cuidar el pueblo, como cazar ratones y proteger a los animales."

Los niños se miraron entre sí. Sofía, que era siempre la voz de la razón, tuvo una idea.

"¿Qué tal si jugamos a la escondida? Si ganás, podremos conocerte mejor y si no... te dejaremos ir."

Lucho, entusiasmado, aceptó la propuesta. Todos los niños comenzaron a contar mientras Lucho se escondía detrás de un árbol. Cuando llegó el momento, Lucho se escapó corriendo como el viento, tomando lo que se había convertido en su lugar favorito. Casi todos los niños empezaron a buscarlo, pero no era tan fácil.

Después de un rato de juego, Lucho fue quien encontró a Sofía.

"¡Te encontré!"

"¡No, no lo podías! ¡Eras re rápido!" exclamó ella, riendo.

Lucho se dio cuenta de que, aunque sus nuevas amistades aún tenían miedo, estaban empezando a divertirse juntos. Sin embargo, ocurrió un giro inesperado: una tormenta se desató repentinamente, y los niños comenzaron a dispersarse hacia sus casas.

Lucho, viendo que todos se asustaron, pensó en lo que podía hacer. Corrió hacia el pueblo, y, utilizando su tamaño y fuerza, ayudó a proteger a los niños de los árboles que caían y guiarlos hacia un lugar seguro bajo un gran porche.

Cuando la tormenta pasó, sus corazones estaban llenos de gratitud.

"¡Lucho! ¡Nos salvaste!" dijo Sofía, mientras los demás niños asentían con la cabeza.

"No soy un monstruo. Solo quiero ser su amigo."

Ese día, los niños se sintieron felices de conocer a Lucho y se dieron cuenta de que, a pesar de su apariencia, era un amigo valiente.

"Querés jugar con nosotros mañana, Lucho?" preguntó uno de los niños.

"¡Claro! Pero yo llevaré bocaditos a la próxima!" respondió Lucho, con una gran sonrisa.

Desde entonces, Lucho se convirtió en parte del pueblo. Ya no era el hombre lobo temido, sino el amigo leal que todos adoraban y quien siempre estaba dispuesto a ayudar. Pronto, Guatimosín se convirtió en un lugar lleno de risas y aventuras, donde un hombre lobo y sus amigos compartían historias y juegos bajo la luna brillante.

Y Lucho, por fin, ya no se sentía solo.

FIN.

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