El Hombre que Robó un Minuto
En un pintoresco pueblo llamado Tiempo, donde cada segundo contaba como un regalo, vivía un hombre llamado Nicolás. Era conocido por todos como "el hombre que robó un minuto". Pero, claro, no lo hizo de la forma que te imaginas. Nicolás no se llevó un cronómetro ni un reloj; robó algo mucho más valioso: el tiempo de las personas.
Un día, mientras paseaba por el mercado charlando con los demás, escuchó a una mamá preocupada por lo rápido que crecía su hija.
"¡No puedo seguir el ritmo de su energía!" - se quejaba, mientras la pequeña saltaba de un lado a otro.
Nicolás, con su espíritu curioso, decidió investigar cómo el tiempo podía ser tan rápido y, al mismo tiempo, tan despilfarrado.
"¿Y si los robara a todos un minuto al día, pero se los devolviera de alguna forma especial?" - pensó en voz alta.
Decidió poner su plan en marcha. Al día siguiente, se acercó al parque lleno de niños felices y adultos disfrutando de su charla. Nicolás se puso un sombrero divertido y comenzó a contar cuentos llenos de risas y aventuras. Sin que nadie lo notara, poco a poco robaba un minuto aquí y otro allá.
"¡Oh, se ha hecho tarde! Pero qué historia tan divertida, Nicolás" - decía una señora que no quería irse.
Así fue como, durante los días siguientes, las personas comenzaban a perder un minuto de su hora diaria. Pero lo curioso era que ese minuto se lo pasaban escuchando las historias de Nicolás que llenaban su corazón de alegría. Sin saberlo, todos estaban empezando a apreciar el presente más que nunca.
Sin embargo, un día, se encontró con Sofía, una niña que era diferente a los demás. No le gustaban las historias y siempre parecía apurada.
"¿Por qué no te quedas un rato, Sofía?" - le preguntó Nicolás, mientras ella intentaba marcharse.
"No tengo tiempo. Siempre estoy ocupada" - respondió con ansiedad en su voz.
Esa noche, Nicolás reflexionó sobre Sofía. Decidió que tenía que ayudarla a comprender la importancia de esos minutos que estaba robando. Así que al día siguiente preparó un cuento especial sólo para ella que contaba la historia de un héroe que siempre corría y nunca disfrutaba de su camino.
Cuando se lo contó, Sofía se detuvo a escucharlo. La historia era sobre un niño que se dio cuenta de que, aunque estaba siempre apurado, nunca veía el bello arco iris que había sobre su casa y que sólo aparecía por unos minutos al día.
"A veces, los momentos más pequeños son los que más importan" - dijo Nicolás al finalizar la historia.
Sofía se quedó en silencio.
"¿Crees que a veces puedo tomarme un minuto más?" - preguntó tímidamente. Nicolás se sonrió,
"¡Por supuesto! Hay un mundo de maravillas que descubrir en solo un minuto".
Desde ese día, Nicolás decidió robar un minuto solo de aquellos que realmente lo valoraban. Su fama creció en el pueblo como el hombre que hacía que todos se detuvieran para disfrutar de la vida. En las siguientes semanas, regresó a contar historias a Sofía, y a medida que pasaba el tiempo, la niña comenzó a compartir su propio talento: contar historias sobre su vida diaria con una nueva perspectiva.
El pueblo comenzó a ser más feliz, y Nicolás dejó de ser visto como un ladrón, y comenzó a ser considerado un héroe.
"Tal vez, robar un minuto no es tan malo si les enseña a valorar lo que realmente importa" - concluía Nicolás entre risas.
Así fue como el pueblo de Tiempo se llenó de más alegría y comprensión. Todos habían aprendido que un minuto puede parecer poco, pero es suficiente para hacer una diferencia. Y Nicolás se convirtió en el hombre que regalaba minutos llenos de sonrisas y bondad, convirtiéndose en el verdadero héroe del tiempo.
FIN.