El Hombrecito y el Hipopótamo Cantante



Había una vez, en un pequeño pueblo lleno de flores y sonrisas, un hombrecito llamado Pablo. Era un hombrecito de piel blanca, con un gran corazón y un amor apasionado por la música.

Pablo pasaba sus días en un parque, tocando su guitarra bajo la sombra de un árbol frondoso. Todos los que pasaban lo escuchaban cantar, y su voz llenaba el aire de felicidad.

Un día, mientras cantaba una hermosa melodía sobre el amor y la amistad, un hipopótamo muy peculiar se acercó. Era un hipopótamo rosa, con una bufanda de colores brillantes que le daba un aspecto alegre.

"Hola! Soy Hippo, ¿por qué cantás tan feliz?" - preguntó el hipopótamo, moviendo su traga con curiosidad.

"¡Hola, Hippo! Canto porque la música es el lenguaje del corazón. Me encanta compartir mis canciones con los demás. ¿Te gustaría escucharme?" - respondió Pablo emocionado.

Hippo se sentó a su lado y escuchó atentamente. Era la primera vez que un hipopótamo oía cantar a un hombrecito. Cuando Pablo terminó, Hippo aplaudió con alegría.

"¡Eres genial! ¿Sabías que también me gusta cantar?" - exclamó Hippo.

Pablo sonrió, "¡Claro! Todos tienen una voz especial dentro de ellos. ¿Por qué no me muestras tu talento?"

Hippo, un poco tímido, empezó a cantar una canción sobre la amistad. Su voz era profunda y grave, pero tenía un ritmo contagioso. Pablo no podía evitar reírse y bailar al compás de la melodía.

"¡Vamos, Hippo! ¡Así se canta!" - lo alentó Pablo, dándole un empujoncito amistoso.

Desde ese día, Pablo y Hippo se volvieron inseparables. Juntos, hacían música en el parque y alegraban a todos los que pasaban. Sin embargo, había algo que los preocupaba: el festival de la ciudad se acercaba, y ellos querían cantar juntos en el escenario.

Un día, mientras ensayaban, Hippo confió en Pablo: "Tengo miedo de cantar frente a todos. ¿Y si no les gusta?"

Pablo le respondió con dulzura: "Hippo, lo más importante es que disfrutemos lo que hacemos. Importa poco si somos los mejores. La música viene del corazón, y eso es lo que cuenta".

Con esas palabras, Hippo se sintió más seguro. Juntos, practicaron todos los días y, al llegar el gran día del festival, estaban listos para mostrar su talento.

Cuando llegó su turno, Pablo subió al escenario y miró a la multitud que los observaba con expectativa.

"¡Hola a todos! ¡Hoy vamos a cantar sobre la amistad!" - dijo Pablo.

Hippo, aunque nervioso, tomó aire y comenzó a cantar. Paulatinamente, Pablo se unió a él con su guitarra. Su canción sobre compañeros se extendió por todo el parque, llenando los corazones de todos con alegría.

La gente comenzó a bailar, y Pablo y Hippo se sintieron como si estuvieran en su mundo, donde la música reinaba. Al finalizar la canción, todos los aplausos resonaron y les gritaban: "¡Otra! ¡Otra!"

Hippo se dio cuenta de que, a pesar de sus temores, había logrado tocar las vidas de las personas con su canto. Pablo lo abrazó y le susurró: "Ves, Hippo, ¡tu voz es valiosa!"

Después del festival, cuatro amigos decidieron formar un grupo musical llamado "Los Cantores del Amor", donde cantaban sobre la amistad, el amor y la felicidad. Estaban convencidos de que la música era un puente que unía corazones, sin importar la diferencia de tamaños o colores.

Y así, Pablo y Hippo continuaron su aventura musical, demostrando a todos en el pueblo que lo más importante en la vida era compartir tus amores y talentos con los demás. La música era la esencia misma de la felicidad y, juntos, habían creado una melodía que resonaba en cada rincón del mundo.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, pero la música de Pablo y Hippo nunca dejará de sonar.

FIN.

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