El Hongo Mágico y el Duende del Chocolate
En un bosque encantado, donde los árboles susurraban secretos y los ríos brillaban como diamantes, vivía un pequeño hongo llamado Ada. Ada no era un hongo común; su gorra era de un color marrón brillante, como el chocolate, y tenía un aroma dulce que atraía a todos los seres del bosque. Pero había un pequeño detalle que lo hacía especial: había sido encantado por unos duendes mágicos.
Un día, mientras Ada disfrutaba del suave sol que se filtraba entre las hojas, sintió un pequeño temblor en el suelo. Curiosa, se asomó y vio a Monroy, un duende juguetón que siempre estaba buscando aventuras.
"¡Hola! ¿qué tal, Ada?" -dijo Monroy, sonriendo de oreja a oreja.
"¡Hola, Monroy! ¿Qué andás haciendo hoy?" -preguntó Ada.
"Voy a buscar ingredientes para hacer el mejor chocolate del mundo. ¿Te gustaría ayudarme?" -ofreció el duende.
"¡Claro! Siempre he querido saber cómo se hace el chocolate mágico." -respondió Ada emocionada.
Así que juntos, comenzaron una travesía por el bosque. Monroy le enseñó a Ada cómo recolectar frutos del cacao y a mezclar ingredientes mágicos.
Mientras recolectaban, encontraron a una tortuga llamada Tula, que parecía triste.
"¿Qué te pasa, Tula?" -preguntó Monroy.
"Soy muy lenta y no puedo alcanzar a mis amigos. Siempre se quedan atrás y no pueden jugar conmigo..." -susurró Tula con un hilito de voz.
"No te preocupes, Tula. Todos tenemos nuestras habilidades únicas. ¡Incluso tú puedes ser parte del juego!" -dijo Ada.
"¿De verdad?" -preguntó Tula, empezando a sonreír.
"¡Claro! Podés ser la guardiana del bosque. Siempre encontrarás a tus amigos asegurándote de que nadie se pierda. ¡Esa es tu magia!" -exclamó Monroy.
Las palabras de Ada iluminaron el rostro de Tula. Con nueva energía, decidió unirse a ellos.
Continuaron su camino y encontraron una cueva llena de piedras preciosas que deslumbraban sus ojos. Mientras exploraban, un fuerte viento sopló y un grupo de pájaros pasó volando rápidamente.
"¿No es increíble?" -dijo Monroy.
"Pero ¿y si se pierden?" -preguntó Ada preocupada.
"Los pájaros saben regresar a casa. Ellos tienen una brújula mágica dentro de ellos que los guía. Así como Tula ahora sabe cómo ayudar a sus amigos a encontrar su camino." -explicó Monroy.
"¡Eso es genial! Todos tienen su propio propósito y magia." -dijo Ada, sonriendo.
Finalmente, después de un largo día de aventuras, regresaron a su árbol. Monroy y Ada, junto a su nueva amiga Tula, prepararon el mejor chocolate del mundo. Sus amigos del bosque se reunieron, y todos disfrutaron del delicioso manjar.
"Gracias, Ada, por mostrarme que cada uno tiene su propia chispa mágica." -dijo Tula, feliz.
"Y gracias a vos, Tula, por recordarnos que ser diferente es lo que nos hace especiales." -respondió Ada.
"¡Y que siempre hay un lugar para todos en este bosque mágico!" -agregó Monroy.
Y así, en la calidez de la fogata del bosque, los tres amigos entendieron que todos somos únicos y que cada uno tiene un lugar en el mundo. Juntos se prometieron seguir ayudando a los demás para encontrar su propio camino y su propia magia.
Desde ese día, los árboles del bosque susurraron las historias del hongo Ada, el duende Monroy y la tortuga Tula, recordando a todos que, sin importar lo que seas, siempre hay un propósito y magia dentro de cada uno de nosotros.
FIN.