El hospital de la risa


Había una vez un grupo de amigos llamados Martín, Sofía, Lucas y Valentina que vivían en un pequeño pueblo rodeado por un frondoso bosque.

Un día, mientras exploraban cerca del pueblo, se encontraron con un hospital abandonado en medio del bosque. El hospital lucía oscuro y desolado, pero los niños no pudieron resistirse a la curiosidad y decidieron entrar. Al cruzar las puertas oxidadas, se dieron cuenta de que el lugar estaba lleno de polvo y telarañas.

Había largos pasillos vacíos y habitaciones desordenadas. Aunque parecía escalofriante, también era fascinante. Mientras caminaban por el hospital abandonado, escucharon extraños sonidos provenientes del sótano. Decididos a descubrir qué había allí abajo, descendieron las escaleras lentamente.

Al llegar al sótano, vieron una puerta entreabierta que conducía a una sala subterránea. Al entrar en la sala subterránea, quedaron sorprendidos al ver filas interminables de camillas cubiertas con sábanas blancas. En cada camilla había juguetes viejos y rotos.

Martín tomó uno de ellos y notó un mensaje escrito en él: "La risa es la mejor medicina". Intrigados por este mensaje misterioso, los niños comenzaron a explorar más a fondo el hospital abandonado.

Descubrieron una biblioteca llena de libros antiguos sobre medicina y salud. Allí encontraron otro mensaje oculto entre las páginas: "El conocimiento es poder".

A medida que avanzaban en su aventura dentro del hospital abandonado, los niños se dieron cuenta de que cada mensaje tenía un significado importante. Comenzaron a entender que el lugar había sido abandonado debido a la falta de risas y conocimiento.

Decididos a cambiar eso, los amigos regresaron al pueblo y organizaron una campaña para recolectar juguetes nuevos y libros educativos. También invitaron a los habitantes del pueblo a participar en actividades divertidas, como espectáculos de títeres y cuentacuentos. Poco a poco, el hospital abandonado comenzó a cobrar vida nuevamente.

Los niños decoraron las paredes con coloridos murales y crearon un espacio lleno de alegría y aprendizaje. Pronto, el lugar se convirtió en un centro comunitario donde las personas podían aprender sobre salud y disfrutar momentos felices juntos.

El bosque dejó de ser tenebroso para convertirse en un lugar mágico donde la risa resonaba entre los árboles. El hospital abandonado se transformó en un símbolo de esperanza y superación para todos.

Y así, gracias al esfuerzo de unos valientes niños, el hospital abandonado en el bosque recuperó su antiguo esplendor. La lección que nos deja esta historia es que siempre podemos encontrar soluciones creativas para transformar lugares oscuros en espacios llenos de luz y alegría.

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