El Hospital de los Sueños



Había una vez en un pequeño pueblo en las afueras de la ciudad, un hospital abandonado llamado Hospital Esperanza. Se decía que por las noches, los fantasmas de antiguos médicos y enfermeras paseaban por los pasillos, cuidando de aquellos que alguna vez estuvieron allí. Sin embargo, a la luz del día, el lugar asustaba a muchos. Solo los más valientes se atrevían a acercarse.

Una tarde, un grupo de amigos decidió que ya era hora de conocer la verdad sobre ese misterioso hospital. Eran cinco: Tomás, una ardilla curiosa; Lucía, una mariposa valiente; Nico, un ratón ingenioso; Emma, una tortuga pensativa; y Mateo, un pajarito soñador.

"¡Vamos a explorar!" - dijo Tomás emocionado.

"¿Y si encontramos un fantasma?" - preguntó Lucía, que no se dejaba intimidar fácilmente.

"¿Qué vamos a hacer si vemos uno?" - preguntó Nico, mientras se ajustaba sus pequeñas gafas.

"¡Tal vez son amistosos!" - sugirió Emma, tratando de poner un poco de calma.

"O tal vez nos asustan y tenemos que salir volando" - agregó Mateo volando un poco más alto, casi asustado.

Pero, entre risas y un poco de miedo, el grupo se decidió a entrar al hospital. La puerta estaba cubierta de hiedra y el aire tenía un olor antiguo.

Al entrar, se encontraron con un gran vestíbulo. Las paredes estaban pintadas de un color azul claro, que aún se podía ver a pesar del polvo.

"Miren, una vieja cama de hospital!" - exclamó Nico mientras se acercaba.

De repente, un suave susurro llenó la sala.

"¿Quiénes son ustedes?" - preguntó una enfermera fantasma, con una sonrisa amable.

Los amigos se quedaron paralizados. La enfermera parecía tan amable y su voz era tan tranquila.

"No tengan miedo, soy Clara. Vivo aquí desde hace años. Me quedé para ayudar a quienes lo necesiten" - continuó el fantasma.

"¿Ayudar? ¿Ayudar a quién?" - preguntó Mateo, todavía nervioso.

"A los niños y niñas que se sienten solos, a los que necesitan compañía y a los que tienen sueños que no saben cómo cumplir" - explicó Clara, mientras su figura brillaba suavemente.

Los amigos se miraron entre ellos, intrigados.

"¿Y cómo lo haces?" - preguntó Emma.

"Escucho sus sueños y les ayudo a encontrar la forma de hacerlos realidad. Pero, a veces, los niños no saben que pueden contar con alguien. Y es aquí donde necesito su ayuda" - dijo Clara con tristeza.

"¿Nosotros?" - preguntó Tomás, maravillado.

"Sí, ustedes son muy valientes y pueden ayudarme a comunicarme con esos niños. Este hospital tiene fama de ser terrorífico, pero lo que hay aquí es mucho más especial de lo que parece" - dijo Clara.

El grupo comenzó a escuchar las historias que Clara les contaba sobre los niños que pasaron por el hospital. Muchos de ellos tenían sueños que estaban a punto de olvidarse. Así que, Tomás, Lucía, Nico, Emma y Mateo se llenaron de energía y decidieron ayudar a Clara a realizar una gran actividad.

"¡Hagamos un festival de sueños!" - propuso Nico.

"¡Sí!" - gritó Lucía.

"Podemos invitar a todos los niños del pueblo a venir y compartir sus sueños" - dijo Emma pensativa.

Después de planearlo, comenzaron a trabajar duro. Decidieron reciclar todo lo que encontraron en el hospital para crear juegos y atracciones. Usaron viejas sábanas para hacer carpas, y luces de navidad que había en una sala olvidada para iluminar el lugar.

Finalmente, el día del festival llegó. Los niños de todo el pueblo vinieron al Hospital Esperanza, llenándolo de risas y alegría. En medio de burbujas y risas, Clara apareció con su hermoso cabello ondeando.

"¡Esto es maravilloso!" - dijo, emocionada. "Están haciendo un gran trabajo, chicos. Ahora, los niños pueden compartir sus sueños y yo puedo ayudarlos para que sepan que siempre hay alguien dispuesto a escucharles".

Cuando el festival terminó, todos se sintieron llenos de esperanza. Los niños comprendieron que sus sueños eran valiosos y que podían compartirlos sin miedo.

"Gracias por ayudarnos, ¡esto fue increíble!" - dijo un niño emocionado.

"Nosotros también les agradecemos por venir. Nunca dejen de soñar" - dijo Lucía con una gran sonrisa.

Y así, el Hospital Esperanza dejó de ser un lugar aterrador para convertirse en un símbolo de sueños y amistad. Tomás, Lucía, Nico, Emma y Mateo se convirtieron en los mejores amigos, y cada noche, los fantasmas danzaban felices, recordando cómo esos cinco amigos habían cambiado su hogar para siempre.

Desde aquel día, el hospital volvió a renacer, y niños de todos lados venían a soñar con las estrellas, mientras Clara y los fantasmas les narraban cuentos de valientes que nunca dejaron de soñar.

Y así, el Hospital Esperanza siguió siendo un lugar mágico, donde los sueños siempre encontraban un hogar.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!