El Huecán Sabio y los Guardianes del Medio Ambiente



Había una vez un pequeño pueblo llamado Verdejito, que estaba rodeado de montañas y ríos cristalinos. Sin embargo, también vivía un extraño ser conocido como el Huecán. Este era un ser travieso y juguetón que podía hacer ruidos extraños y generar pequeños temblores. Aunque algunos lo temían, en verdad, el Huecán tenía un gran corazón y quería enseñar a los niños del pueblo cómo cuidar su hogar y protegerse de él mismo.

Un día, un grupo de niños del pueblo se juntó a jugar en el bosque que había cerca. Ellos eran Lucía, Tomás, Ana y el pequeño Diego. La diversión era contagiosa, pero, de repente, empezaron a sentir temblores.

"¿Qué es eso?" - preguntó Ana, observando asustada el suelo agitarse.

"No se asusten, es solo el Huecán. Debe estar jugueteando otra vez" - dijo Tomás, que había escuchado historias sobre él.

"¿Y si viene a asustarnos?" - murmuró Diego, apretando la mano de su hermana.

De repente, ante sus ojos, apareció el Huecán. Tenía un cuerpo deslumbrante, lleno de colores que cambiaban con la luz del sol. Sus ojos eran grandes y brillantes, y su voz era profunda y amistosa.

"¡Hola, pequeños! No tengan miedo. Soy el Huecán, y estoy aquí para ayudarles a cuidar el medio ambiente y a protegerse de mí" - afirmó el Huecán con una sonrisa.

Los niños quedaron atónitos.

"¿Tú? ¿Nos ayudarás?" - preguntó Lucía desconfiada.

"¡Sí! ¡Sí! Quiero que sean mis aliados!" - exclamó el Huecán.

Les explicó que, aunque podía ser juguetón y causar temblores, en realidad la tierra estaba sufriendo por el mal uso que hacían los humanos de ella. Los ríos estaban contaminados, los árboles estaban siendo talados y muchos animales estaban perdiendo su hogar.

"¿Y cómo podemos ayudar, Huecán?" - preguntó Ana, sintiéndose intrigada.

"Primero, deben aprender a cuidar su entorno. La basura no se tira en el bosque, los ríos necesitan ser limpios para que los peces puedan vivir, y los árboles son los amigos que nos dan aire puro. ¡Hagan un pacto!" - dijo el Huecán.

Los niños decidieron formar un grupo llamado los Guardianes del Medio Ambiente. Con la ayuda del Huecán, comenzaron a organizar actividades para limpiar el bosque y los ríos, y a plantar árboles.

Pero un día algo sorprendente ocurrió. Mientras estaban limpiando un arroyo, notaron que el agua estaba especialmente sucia. Curiosos, se acercaron y se dieron cuenta de que un grupo de adultos estaba arrojando desechos al agua.

"¡Eh! ¡No pueden hacer eso!" - gritó Tomás, acercándose a ellos.

"¡Es solo un poco de basura! No hace daño" - respondió uno de los adultos con indiferencia.

"Pero afecta a los peces y al agua que bebemos!" - argumentó Ana, mientras Lucía buscaba apoyo en el Huecán.

En ese momento, el Huecán apareció volando sobre ellos.

"¡Paren! ¡Lo que están haciendo está lastimando a la tierra!" - gritó con su poderosa voz. Los adultos miraban atónitos al Huecán.

"¿Quién eres tú?" - preguntó uno de los hombres, sorprendido.

"Soy el Huecán, y estos niños son los Guardianes del Medio Ambiente. Ellos se preocupan por la tierra que los rodea, y ustedes también deberían hacerlo" - dijo mientras señalaba a los niños.

Los adultos, avergonzados, decidieron escuchar las palabras del Huecán y de los niños. Agradablemente sorprendidos, comenzaron a recoger la basura.

"Lo sentimos, no nos dimos cuenta del daño que estábamos haciendo." - dijo una mujer.

Desde entonces, los niños, junto al Huecán, comenzaron a organizar charlas sobre el cuidado del medio ambiente y crearon un programa para involucrar a los adultos. Así, el pueblo de Verdejito fue transformándose en un lugar más limpio y lleno de vida.

Con el tiempo, los temblores del Huecán dejaron de ser tan fuertes y se convirtieron en suaves vibraciones de alegría cuando los niños organizaban sus actividades. Así, el Huecán seguía siendo un ser travieso, pero ahora era visto como un amigo cuyo mayor deseo era proteger la naturaleza.

"Gracias por ayudarme a ayudar a todos" - les dijo un día el Huecán a los niños, mientras ellos bailaban felices alrededor de un árbol recién plantado.

"¡Siempre seremos tus aliados, Huecán!" - respondieron los niños con entusiasmo.

Y así, el Huecán sabio se volvió el guardián no solo de la naturaleza, sino también de la sonrisa en el rostro de cada niño y adulta del pueblo de Verdejito, recordándoles siempre que cuidar del mundo que nos rodea es una tarea que hay que hacer juntos, con amor y diversión.

FIN.

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