El Huerto Mágico de la Comunidad
En un hermoso paraje verde, rodeado de montañas majestuosas, vivía una comunidad de indígenas que cuidaban de la tierra como si fuera de su propia familia. En el centro del pueblo, había un huerto donde cultivaban maíz, frutales y hierbas aromáticas que llenaban el aire con su fragancia.
Un día, mientras trabajaban en el huerto, Indígena 1, una mujer sabia y amable, reunió a los niños y les dijo: "La tierra nos da todo lo que necesitamos. Es nuestra madre y debemos protegerla." Los niños la miraban con ojos llenos de curiosidad y admiración.
La mujer continuó: "Pero hoy, tengo una propuesta mágica: vamos a sembrar algo especial que nunca antes hemos cultivado. Algo que nos unirá más que nunca."
Los niños, emocionados, preguntaron: "¿Qué será, abuela?"
Indígena 1 respondió: "Vamos a sembrar semillas de amistad. Estas semillas nos recordarán siempre que lo que somos como comunidad es más valioso que cualquier cultivo."
Intrigados, los niños acordaron que ese día cada uno traería algo especial que simbolizara su amistad. Cuando volvieron al huerto, cada uno trajo algo único: un dibujo, una canción, una estrella de papel, una piedra especial, y hasta una pequeña planta.
"Cada cosa que traigamos representará un lazo de unión entre nosotros, y al plantarlas, nuestro huerto florecerá con la magia de la amistad," explicaba Indígena 1 mientras los niños sonreían y aplaudían con entusiasmo.
Así, comenzaron a cavar y a plantar sus tesoros en la tierra, cantando y riendo mientras lo hacían. Al finalizar, Indígena 1 dijo: "Ahora imagine el futuro. Cada vez que cosechemos nuestros cultivos, recordaremos el valor de nuestra unión."
Sin embargo, al pasar unos días, ocurrió algo extraño. Las plantas que habían sembrado empezaron a crecer, pero sus raíces se entrelazaban, formando dibujos en el suelo.
"¡Miren!" exclamó un niño. "Las raíces están formando un corazón."
Pero no solo eso, también empezaron a surgir flores de colores vibrantes que nunca habían visto antes. Los habitantes del pueblo miraban fascinados, girando en torno al huerto mágico. Sin embargo, no todo era alegría. Un grupo de forasteros llegó al pueblo y vieron la maravilla del huerto.
"Los cultivos de estos indígenas son especiales," murmulló uno. "Podemos llevarnos estas plantas y hacer una fortuna."
Indígena 1 se dio cuenta de la intención de los forasteros y decidió actuar. Reunió a los niños y a la comunidad, y les dijo: "La verdadera magia no está solo en las plantas. Está en nuestro amor y cuidado por la tierra. Si nos llevamos el corazón del huerto, perderemos lo más valioso: nuestra amistad!"
Valiente y decididos, los miembros de la comunidad se enfrentaron a los forasteros. "No pueden llevarse lo que hemos sembrado con amor. ¡Este huerto nos une!" dijo uno de los adultos.
Los forasteros, sorprendidos por la determinación de la comunidad, decidieron marcharse, dejando escapar la oportunidad de hacerse ricos. Al regresar a su huerto, Indígena 1 sonrió y dijo: "Hoy hemos defendido lo que más importa. La amistad es nuestra mayor riqueza. Nunca olvidemos que juntos somos fuertes."
Desde entonces, la comunidad siguió cultivando su huerto mágico, lleno de amistad y colores. Cada temporada, los niños venían con más tesoros y el huerto crecía aún más, floreciendo a su alrededor. Cada cosecha era un recordatorio de la valentía y la unión de aquella jornada, y todos aprendieron que la tierra, su madre, siempre respondería a su amor y cuidado con algo especial.
Y así, el huerto mágico no solo alimentaba sus cuerpos, sino también sus corazones, llenándolos de espíritu comunitario y de amor por la tierra que tanto cuidaban.
FIN.