El huerto secreto
Había una vez una niña llamada Valentina que vivía en un barrio humilde de la ciudad. Sus padres trabajaban duro para mantener a la familia, pero muchas veces no alcanzaba el dinero para comprar comida suficiente.
Valentina amaba ir a la escuela y aprender cosas nuevas, pero a menudo se distraía porque tenía hambre. A veces su estómago hacía tanto ruido que los demás niños se reían de ella.
Un día, mientras caminaba hacia la escuela con su mejor amiga Laura, Valentina le confesó su problema: "Laura, tengo mucha hambre todo el tiempo y no puedo concentrarme en clase".
Laura le preguntó por qué no le decía a sus padres, pero Valentina sabía que ellos ya hacían todo lo posible por alimentarlos. Esa tarde después de clases, las dos amigas pasaron por delante de un huerto abandonado donde solían jugar.
Pero algo llamó la atención de Valentina: algunos arbustos tenían unos frutos grandes y rojos que nunca había visto antes. Se acercaron para investigar y descubrieron que eran tomates. "¡Mira! Esto es comida", exclamó Laura emocionada. "Podemos llevarlos a casa". Valentina estaba preocupada porque pensaba que tomar cosas sin permiso era malo.
Pero Laura le explicó: "No es robar si están abandonados y nadie los quiere". Finalmente se convenció y juntas recolectaron todos los tomates que pudieron cargar en sus mochilas.
Cuando llegaron a casa, Valentina les mostró los tomates a sus padres temerosa de ser regañada. Pero para su sorpresa, sus padres se emocionaron al ver comida fresca. "¡Qué maravilla! Vamos a cocinar una rica salsa de tomate para cenar", dijo su mamá.
Valentina y Laura se sintieron orgullosas de haber encontrado algo útil y valioso para sus familias. A partir de ese día, cada vez que pasaban por el huerto abandonado, recolectaban todo tipo de verduras y frutas que encontraban.
Un par de semanas después, Valentina regresó a la escuela con más energía y concentración gracias a una alimentación más balanceada en casa. Se dio cuenta de que no necesitaba tener vergüenza por su situación económica ni hambre en clase.
Había encontrado una solución creativa con la ayuda de su amiga Laura. Desde entonces, Valentina y Laura continuaron explorando juntas el huerto abandonado, aprendiendo sobre diferentes cultivos y compartiendo sus hallazgos con las demás familias del barrio.
Incluso organizaron un pequeño comedor comunitario donde todos podían compartir lo que habían encontrado o cultivado. La historia de Valentina es un ejemplo inspirador sobre cómo enfrentar dificultades con ingenio y colaboración.
También nos recuerda la importancia de aprender sobre nuestro entorno y aprovechar los recursos disponibles para mejorar nuestra calidad de vida sin dañar a otros ni al medio ambiente.
FIN.