El huerto secreto de Nayla



Nayla era una niña muy curiosa y aventurera. Le encantaba explorar y descubrir cosas nuevas, pero lo que más disfrutaba era ir al campo a ver los caballitos y chivas.

Sin embargo, vivía en la ciudad con su familia y no siempre podían hacer viajes al campo. Un día, Nayla se despertó temprano con muchas ganas de salir a jugar afuera. Miró por la ventana y vio el sol brillando en el cielo azul claro.

Pensó en lo divertido que sería si pudiera ir al campo a ver los animales, pero sabía que eso no era posible. Entonces, decidió buscar algo para hacer en la ciudad que fuera similar a estar en el campo.

Salió a caminar por el parque cercano y pronto encontró un pequeño huerto urbano donde plantaban verduras y frutas. Nayla se acercó para observar las plantas y de repente escuchó un "¡Hola!" detrás de ella.

Se dio vuelta y vio a un hombre mayor sonriendo amablemente. "- ¿Te gustan las plantas?" preguntó él. "- Sí" respondió Nayla tímidamente. "- Ven acá, te voy a enseñar algo interesante".

El hombre le mostró cómo cuidar las plantas correctamente e incluso le permitió ayudarlo con algunas tareas del huerto urbano. Nayla estaba emocionada por aprender cosas nuevas sobre las plantas. Mientras trabajaban juntos, el hombre notaba cuánto disfrutaba Nayla del trabajo manual con las manos sucias de tierra fresca.

Entonces, decidió llevarle una sorpresa: una pequeña planta de tomate para que la cuide en su casa. Nayla estaba muy agradecida y emocionada por tener su propia planta de tomate.

La cuidó con mucho amor y dedicación, regándola todos los días y asegurándose de que recibiera suficiente luz solar. Con el tiempo, la pequeña planta creció hasta convertirse en un hermoso tomatero lleno de frutos rojos y jugosos.

Nayla se sentía orgullosa de haberla cultivado con sus propias manos. Un día, mientras estaba cosechando algunos tomates para hacer una ensalada, Nayla se dio cuenta de algo importante: no necesitaba ir al campo para disfrutar del contacto con la naturaleza.

Podía crear su propio espacio verde en la ciudad, cultivando plantas y cuidándolas como si estuvieran en el campo.

Desde entonces, Nayla pasaba más tiempo en el huerto urbano ayudando al hombre mayor o simplemente sentada bajo un árbol leyendo un libro rodeada del olor fresco a tierra mojada. Aprendió que no importa donde vivas o qué tan lejos estés del campo; siempre hay maneras creativas e innovadoras de conectarse con la naturaleza. Y eso le hizo sentir feliz y plena.

FIN.

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