El huevo de Valentina


Un día, mientras paseaban por el monte nativo, Valentina encontró un huevo de pájaro en el suelo. Estaba solo y abandonado, así que decidió cuidarlo ella misma. "¿Qué vamos a hacer con este huevo abuelita?", preguntó Valentina emocionada.

"Podemos llevarlo a casa y construirle un nido para que pueda eclosionar", respondió Sarita con una sonrisa. Cuando llegaron a la posada, buscaron ramitas y hojas para construirle un hogar al pequeño huevo.

Valentina lo mantuvo caliente todo el tiempo, asegurándose de que estuviera cómodo y seguro en su nuevo nido. Días después, el huevo finalmente se rompió y apareció un hermoso pollito amarillo. Valentina estaba tan emocionada que no podía dejar de reír y saltar de alegría.

"¡Mira! ¡Es tan lindo!", exclamó Tomas mientras acariciaba al pequeño pollito. Valentina se encargó de alimentarlo todos los días con semillas y agua fresca. El pollito creció rápidamente y pronto comenzó a explorar sus alrededores con curiosidad.

Un día, cuando estaban paseando por el monte nativo nuevamente, encontraron un zorro merodeando cerca del nido del pollito. Valentina estaba asustada porque pensaba que el zorro podría lastimar al pequeño pájaro indefenso.

Pero entonces recordó algo importante: "Abuela me dijo una vez que todos los animales merecen nuestro respeto". Con valentía, se acercó al zorro y le habló suavemente, explicándole que no debía lastimar al pollito. El zorro la escuchó y se alejó pacíficamente.

Valentina aprendió una lección importante ese día: que todos los seres vivos merecen amor y respeto, independientemente de su tamaño o especie. Y así, ella siguió cuidando del pollito con amor y dedicación mientras disfrutaban juntos de la vida en el campo.

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