El huevo del jilguero



Alma estaba muy emocionada porque su mamá le había contado que iba a tener una primita. Desde ese momento, no podía dejar de pensar en todas las cosas divertidas que podrían hacer juntas.

Pero lo que más emocionaba a Alma era la idea de poder compartir esos momentos especiales con su abuela Alicia, quien la amaba muchísimo. Alicia siempre había sido una abuela muy cariñosa y atenta.

Siempre estaba dispuesta a escuchar las historias de Alma y a jugar con ella durante horas. Aunque Alicia ya tenía el cabello blanco como la nieve y algunas arrugas en su rostro, eso no le impedía ser una abuela llena de energía y vitalidad.

Un día, mientras Alma jugaba en el patio trasero de su casa, vio un nido vacío en un árbol cercano. Se acercó curiosa y notó algo extraño: dentro del nido había un huevo solitario y abandonado.

Sin pensarlo dos veces, decidió llevarlo adentro para mostrarle a su abuela. Corrió hacia la cocina donde Alicia se encontraba preparando uno de sus deliciosos pasteles. Llegó hasta ella agitando el huevo en sus manos llenas de emoción.

"¡Abuela! ¡Mira lo que encontré!", exclamó Alma con entusiasmo. Alicia dejó lo que estaba haciendo y miró sorprendida el huevo que sostenía Alma en sus diminutas manos. "Oh querida, ¿dónde encontraste esto?", preguntó Alicia intrigada. "Estaba en un árbol cerca del patio", respondió Alma sonriendo ampliamente.

Alicia tomó el huevo con cuidado y lo examinó detenidamente. Sabía que no podían dejarlo abandonado, así que decidieron buscar información sobre cómo cuidar de él.

Juntas, Alma y Alicia investigaron en libros y páginas web sobre aves y huevos. Descubrieron que el huevo pertenecía a un ave llamada jilguero, una especie muy común en su área. Aprendieron que los padres generalmente se encargaban de incubar los huevos hasta que nacieran los pichones.

Sin embargo, al parecer estos padres jilgueros habían abandonado su nido por alguna razón desconocida. Alma y Alicia sabían que tenían una importante responsabilidad: debían asegurarse de darle al huevo el calor necesario para su desarrollo.

Decidieron crear un pequeño nido improvisado usando una caja de cartón llena de algodón caliente. Cuidadosamente colocaron el huevo dentro del nido improvisado y lo mantuvieron cerca de una fuente de calor constante. Los días pasaron rápidamente mientras Alma y Alicia vigilaban el huevo con atención.

Se turnaban para asegurarse de mantenerlo siempre cálido y protegido. Mientras tanto, Alma compartía con su abuela todos sus sueños e ideas sobre cómo sería la vida cuando llegara la primita.

Un día soleado, mientras preparaban la cena, escucharon un ruido extraño proveniente del pequeño nido improvisado. Ambas se acercaron emocionadas y vieron cómo el cascarón comenzaba a agrietarse lentamente. "¡Mira, abuela! ¡El pichoncito está a punto de salir!", exclamó Alma emocionada.

Y así fue, poco a poco, el pichoncito jilguero rompió completamente el cascarón y salió al mundo. Era tan pequeño y frágil que necesitaba mucha atención y cuidado. Alma y Alicia se convirtieron en las madres adoptivas del pichoncito jilguero.

Lo alimentaban con cuidado, lo mantenían caliente y le enseñaban todo lo que necesitaba saber para sobrevivir en la naturaleza. Con el tiempo, el pichoncito creció fuerte y sano gracias al amor incondicional de Alma y Alicia.

Se convirtió en un hermoso jilguero cantor que llenaba sus días con melodías alegres. Alma aprendió una valiosa lección durante este proceso: amar no solo significa cuidar a los seres humanos, sino también a los animales y la naturaleza que nos rodea.

Aprendió sobre la importancia de proteger a los más vulnerables y darles una oportunidad de crecer y prosperar. Y así, Alma continuó compartiendo momentos especiales con su abuela Alicia mientras esperaban ansiosas la llegada de la primita.

Juntas construyeron un vínculo aún más fuerte al aprender importantes lecciones sobre amor, paciencia y responsabilidad. Fin

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!