El huevo perdido


Había una vez una mamá gallina llamada Carmela que vivía en un hermoso granero en el campo. Carmela era muy especial, ya que cada mañana ponía un huevo de oro.

Todos los animales del granero estaban maravillados con su increíble habilidad. Un día, Carmela decidió llevar a sus pollitos al granero vecino para jugar con los demás animales.

Mientras estaban allí, sucedió algo inesperado: ¡un perro travieso llamado Max se escapó de su casa y comenzó a perseguir a los pollitos! Carmela, llena de miedo por la seguridad de sus pequeños, corrió lo más rápido que pudo para protegerlos.

Pero mientras corría, el huevo de oro cayó accidentalmente y se perdió entre las ramas del árbol cercano. Cuando finalmente logró alejar al perro y volver al granero, Carmela se dio cuenta de que había perdido su preciado huevo dorado. Estaba devastada y no sabía qué hacer.

El resto de los animales del granero se reunieron para consolarla y ofrecerle ayuda.

El cerdito Pancho sugirió buscar el huevo en todo el campo; la ovejita Lola dijo que podrían pedir ayuda a los pájaros para encontrarlo desde el aire; mientras tanto, el patito Juanito ideó un plan para distraer al travieso Max mientras ellos buscaban. Así comenzaron todos juntos la búsqueda del huevo de oro perdido. Pasaron horas explorando cada rincón del campo sin éxito alguno. Estaban desanimados pero no querían rendirse.

De repente, escucharon un ruido proveniente del árbol donde Carmela había perdido el huevo. Era Max, el perro travieso, quien estaba jugando con algo brillante entre sus patas. - ¡Max! ¡Eso es mío! -exclamó Carmela con voz preocupada.

Max, al ver a todos los animales reunidos y escuchar las palabras de Carmela, soltó el huevo de oro y se disculpó por su travesura. Carmela, llena de alegría, recuperó su preciado huevo dorado.

Agradeció a todos los animales por su ayuda y les prometió que compartiría la riqueza que este les traería. Desde ese día en adelante, Carmela y los demás animales del granero aprendieron una valiosa lección: la importancia de trabajar juntos para superar cualquier obstáculo.

Comprendieron que cada uno tenía habilidades únicas que podían utilizar para ayudarse mutuamente. Carmela continuó poniendo huevos de oro y compartiendo sus beneficios con todos los animales del granero.

Juntos construyeron una comunidad fuerte y solidaria en la que todos vivían felices y en armonía. Y así termina esta historia maravillosa sobre amistad, trabajo en equipo y generosidad.

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