El increíble contador de cuentos



En una hermosa casa de Inglaterra, vivía un niño llamado Tomás. A pesar de que disfrutaba de la calidez de su hogar, siempre se sentía triste al ver a sus padres pelear constantemente. La única fuente de alegría y consuelo para él era sumergirse en el mundo mágico de los libros y cuentos que atesoraba en su habitación.

Tomás adoraba los cuentos. Desde que aprendió a leer, llevaba la cuenta de todos los cuentos que leía o escuchaba. Hasta la fecha, ya había disfrutado de 117 emocionantes historias. Cada noche, antes de dormir, su madre o su padre le leían un cuento y él se aseguraba de agregarlo a su lista.

Un día, mientras caminaba por el parque, Tomás conoció a un misterioso anciano. Este hombre tenía una mirada sabia y una sonrisa reconfortante. Intrigado por el antiguo libro que el anciano llevaba bajo el brazo, Tomás entabló una conversación con él. El anciano resultó ser un afamado contador de historias.

"Hola, joven Tomás. Veo que te gustan los cuentos tanto como a mí", dijo el anciano con voz suave.

Tomás asintió con entusiasmo, "¡Sí! He leído 117 cuentos hasta ahora y me encantan. Quisiera poder contar mis propias historias como tú", respondió con emoción.

El anciano sonrió con cariño y dijo, "Los cuentos tienen un poder especial, Tomás. Pueden llevarnos a lugares lejanos, enseñarnos valiosas lecciones y hacernos soñar despiertos. Pero, la verdadera magia de un cuento radica en compartirlo con los demás, en hacer que otros viajen contigo a través de tus palabras".

Esa conversación con el anciano inspiró a Tomás. Decidió que quería contar sus propias historias y llevar alegría a otros niños, tal como los cuentos lo habían hecho con él. Con el tiempo, descubrió que cada experiencia de su vida, incluso las peleas de sus padres, podían convertirse en hermosas historias llenas de enseñanzas.

Tomás aprovechó su amor por los cuentos y se convirtió en un talentoso narrador. Comenzó a visitar hospitales, escuelas y hogares para compartir sus relatos, llevando una sonrisa a cuantos lo escuchaban. Pronto, se ganó el apodo de "El increíble contador de cuentos". Cada historia suya era una aventura que tocaba el corazón de su audiencia.

Desde aquel día en el parque, Tomás aprendió que, más allá de la simple cuenta de cuentos, lo verdaderamente valioso estaba en la magia de compartirlos con los demás. Descubrió que, a través de sus relatos, podía sembrar semillas de alegría y esperanza en los corazones de quienes lo escuchaban.

Y así, el niño que se refugiaba en los cuentos transformó su dolor en amor, su tristeza en alegría, y su cuenta de cuentos en un legado de inspiración para generaciones venideras.

FIN.

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