El increíble mundo de los colores felices


En la escuela primaria San Martín, en un tranquilo barrio de Buenos Aires, vivía una divertida y colorida pandilla de niños. Todos los días, al terminar las clases, se reunían en el patio para jugar y compartir sus aventuras.

Un día, la maestra de arte les enseñó una técnica especial llamada punzado. Les explicó que con esta técnica podían crear hermosos diseños y cuadros utilizando hilos de colores y una base con clavos. Los niños estaban emocionados y ansiosos por probar esta nueva manera de expresar su creatividad.

Así, los niños se reunieron en el taller de arte con sus materiales coloridos. Martina, la niña más curiosa del grupo, propuso hacer un mural gigante utilizando la técnica de punzado. Todos estuvieron de acuerdo y se dispusieron a trabajar juntos en ese emocionante proyecto. "¿Qué colores vamos a usar para el cielo?", preguntó Juan. "Yo tengo hilos azules para el cielo y el río", respondió Sofía. "Y yo tengo hilos amarillos para el sol", gritó Marcos. -

Así, cada niño tenía hilos de diferentes colores y juntos planearon el diseño del mural. Entre risas, charlas y mucho trabajo en equipo, el mural comenzó a tomar forma. Los niños estaban felices de ver cómo sus ideas cobraban vida en el lienzo.

Días después, finalmente terminaron el mural. Era hermoso, con colores brillantes y dibujos divertidos que representaban la amistad y la alegría. La directora, al ver la maravillosa obra de arte, decidió exhibirla en la entrada de la escuela para que todos los padres y visitantes pudieran admirarla. Los niños estaban tan emocionados y orgullosos que no cabían en sí de felicidad.

Y así, la técnica de punzado no solo les permitió a los niños expresar su creatividad, sino que también fortaleció su amistad y trabajo en equipo. Cada vez que miraban el mural, recordaban lo importante que es trabajar juntos y cómo los colores felices pueden transformar cualquier lugar en un mundo de alegría y amistad.

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