El increíble viaje de Carlos y Lucas
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Carlos. Carlos era un niño muy especial, tenía una gran imaginación y una sonrisa que iluminaba a todos los que estaban a su alrededor.
Sin embargo, Carlos también tenía dislexia y eso hacía que leer y escribir fueran tareas difíciles para él. En el colegio, algunos niños no entendían la situación de Carlos y comenzaron a burlarse de él.
Le decían cosas como —"tonto" o "inútil". Esto hacía que Carlos se sintiera triste y desanimado, pero nunca dejó que esas palabras negativas lo derrotaran por completo. Un día, mientras Carlos caminaba por el parque después de la escuela, encontró a un perrito abandonado.
El perrito estaba asustado y necesitaba ayuda. Sin pensarlo dos veces, Carlos decidió llevarlo a su casa y cuidarlo. Carlos le dio al perrito el nombre de Lucas. Juntos se convirtieron en los mejores amigos del mundo.
Lucas siempre estaba ahí para escuchar las dificultades de Carlos con la lectura y la escritura sin juzgarlo ni burlarse de él.
Un día, la maestra anunció en clase que iban a realizar una obra de teatro para celebrar el Día del Libro. Todos los niños estaban emocionados excepto Carlos, quien se sentía inseguro debido a su dislexia.
Cuando llegó el momento de elegir los roles para la obra, todos querían ser protagonistas excepto por uno: el papel del narrador. Nadie quería ese papel porque significaba leer mucho texto frente a toda la escuela. La maestra, viendo la tristeza en los ojos de Carlos, decidió darle el papel del narrador.
Carlos se sintió asustado pero también emocionado por la oportunidad de demostrar que podía superar sus dificultades. Carlos practicó y practicó todos los días con Lucas a su lado, escuchándolo y animándolo. El día de la obra llegó y Carlos subió al escenario con valentía.
Comenzó a leer el texto con seguridad y fluidez sorprendiendo a todos los presentes. Al terminar la obra, todos aplaudieron emocionados y felicitaron a Carlos por su excelente actuación como narrador.
Los niños que antes lo molestaban ahora lo admiraban y respetaban. Desde ese día, Carlos se convirtió en un ejemplo para otros niños con dislexia en el colegio. Ayudaba a aquellos que se sentían inseguros e inspiraba a todos con su actitud positiva.
El bullying hacia Carlos desapareció por completo y las palabras negativas nunca volvieron a afectarlo. Él sabía que era especial tal como era, y que su dislexia no definía quién era ni qué podía lograr.
Carlos aprendió una lección importante: siempre hay algo bueno dentro de nosotros, incluso cuando otros no pueden verlo. Y si creemos en nosotros mismos, podemos superar cualquier obstáculo que se presente en nuestro camino.
Y así fue como Carlos encontró el coraje para enfrentar sus miedos, demostrando al mundo entero que ser diferente es algo maravilloso porque nos hace únicos.
A partir de ese momento, cada vez que alguien le preguntaba qué quería ser cuando fuera grande, él respondía: "Quiero ser un ejemplo de superación para los demás". Y lo logró.
FIN.