El increíble viaje de la luz y la oscuridad
En el principio, en el amplio, brillante y majestuoso universo no había nada más que oscuridad y silencio. Pero entonces, Dios con una simple palabra: "¡Hágase la luz!". Y así, la luz se separó de la oscuridad, formando el día y la noche. En ese instante mágico, la luz y la oscuridad cobraron vida y personalidad. La luz, radiante y cálida, era curiosa y valiente, mientras que la oscuridad, misteriosa y serena, era sabia y observadora. Juntas, emprendieron un increíble viaje a través del universo.
La luz iluminaba cada rincón del universo, bailando entre las estrellas y acariciando los planetas con su brillo. La oscuridad, en cambio, susurraba secretos a la Luna y pintaba el cielo con su manto de estrellas brillantes. A medida que viajaban, la luz y la oscuridad se dieron cuenta de que su existencia estaba entrelazada, que una no podía existir sin la otra.
Un día, mientras exploraban un lejano rincón del universo, se encontraron con una pequeña estrella que había perdido su brillo. La luz, con su corazón bondadoso, decidió compartir un poco de su resplandor con la estrella, llenándola de alegría y vitalidad. La oscuridad, con su sabiduría ancestral, abrazó a la estrella y le recordó que incluso en los momentos de oscuridad, ella siempre estaría presente, guiándola con amor y comprensión.
Después de ese encuentro, la luz y la oscuridad se volvieron inseparables, trabajando juntas para traer equilibrio y armonía al universo. Aprendieron que la luz brilla con más fuerza en la oscuridad, y que la oscuridad revela la verdadera belleza de la luz. Juntas, crearon amaneceres y atardeceres, llenando el universo con su eterna danza.
Y así, la luz y la oscuridad demostraron que, a pesar de sus diferencias, podían coexistir en perfecta armonía, recordándonos que la dualidad es parte de la maravillosa creación del mundo.
FIN.