El increíble viaje de Luna y Alicia


Había una vez en un pequeño pueblo, una niña llamada Alicia. Todos la consideraban —"rarita"  porque le gustaba leer libros de ciencia ficción y pasar horas observando las estrellas en la noche.

A pesar de ser diferente, Alicia era muy feliz con sus intereses peculiares. Un día, mientras paseaba por el parque, Alicia se encontró con una perrita callejera a la que decidió llamar Luna.

La perrita tenía un pelaje negro brillante y unos ojos grandes y tiernos que conquistaron el corazón de Alicia al instante. Sin dudarlo, decidió llevar a Luna a su casa. Desde ese momento, Luna se convirtió en la compañera fiel de Alicia.

Juntas pasaban horas jugando en el jardín y explorando los rincones del pueblo. La gente del lugar comenzó a notar el cambio en Alicia: parecía más feliz y sociable desde que Luna llegó a su vida.

Un día, mientras caminaban por el bosque cercano al pueblo, Luna comenzó a olfatear algo extraño entre los árboles. Intrigada, Alicia siguió a la perrita hasta llegar a un claro donde descubrieron un nido de pajaritos abandonado. Los polluelos chirriaban hambrientos y asustados.

"¡Oh no, pobres pajaritos! ¿Qué podemos hacer para ayudarlos?" exclamó preocupada Alicia. Luna miró fijamente a los ojos de su amiga y luego se adentró en el bosque sin dudarlo.

Minutos después regresó con ramitas y hojas en su boca; empezó a construir un refugio improvisado para los pajaritos con mucha dedicación. Alicia entendió lo que Luna quería hacer e inmediatamente la ayudó recolectando más materiales para completar el nido.

Juntas cuidaron de los polluelos día tras día hasta que estuvieron lo suficientemente fuertes como para volar por sí mismos. La historia del rescate de los pajaritos corrió como reguero de pólvora por todo el pueblo, llenando de admiración los corazones de todos quienes conocían a Alicia y Luna.

Desde entonces, las personas dejaron de considerarla —"rarita"  para verla como alguien especial y valiente.

Alicia aprendió muchas cosas junto a Luna: descubrió que la verdadera amistad no entiende de diferencias ni prejuicios; comprendió que cada uno tiene habilidades únicas que pueden ser utilizadas para hacer del mundo un lugar mejor; pero sobre todo entendió que nunca es tarde para cambiar la percepción que otros tienen sobre nosotros mismos.

Y así fue como una rarita llamada Alicia y una perrita callejera llamada Luna demostraron al mundo entero que juntas podían lograr grandes cosas si confiaban la una en la otra.

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