El inesperado lazo entre el perito y la perrita Bibiana
En un rincón del barrio, había un perito llamado Martín, conocido por ser muy estricto y tener siempre todo bajo control. Se pasaba las horas trabajando, metido en planos y estudios, donde cada detalle debía ser perfecto. Por otro lado, había una perrita llamada Bibiana, que era juguetona, siempre corriendo tras una pelota y causando travesuras en el vecindario. Todos en el barrio adoraban a Bibiana, pero a Martín no le hacía gracia su manera de ser, ya que se sentía interrumpido en su trabajo cada vez que ella se acercaba.
Un día, mientras Martín realizaba un estudio de la casa de su vecino, de repente escuchó un alboroto. "¡Eh, basta, Bibiana!"- gritó, al ver a la perrita correteando descontrolada, haciendo que sus papeles volaran por los aires.
"¿Por qué no te quedás quieta?"- se quejó Martín, arrugando la frente.
La perrita, con su cola moviéndose de un lado a otro, le respondió: "¡Pero estoy jugando, Martín! La vida es más divertida si uno se divierte. ¡Vamos, jugá conmigo!"-.
"No tengo tiempo para jugar. Tengo que terminar este trabajo, es importante"- respondió él, con un tono de voz que dejaba en claro que no quería discusiones.
Sin embargo, la curiosidad de Bibiana era más fuerte que la desidia de Martín. Ella decidió seguirlo todos los días, queriendo hacer amistad a pesar de que él siempre la rechazaba.
Así pasaron varias semanas. En un momento, mientras Martín estaba en el parque revisando algunos planos, una fuerte tormenta comenzó a desatarse. Con el viento y la lluvia, todos los perritos fueron llevados a sus casas, excepto Bibiana que, por si fuera poco, se quedó a resguardarse bajo el banco donde Martín estaba trabajando.
"¿Dónde te metiste, perrita inquieta?"- dijo Martín, sorprendido al ver a Bibiana temblando del frío.
Ella lo miró con sus ojos grandes y mojados: "No quería irme, quería estar cerca de vos. ¡No me gusta la tormenta!"-.
Martín, sintiendo cierta compasión, decidió compartir su paraguas con la divertida perrita. "Bueno, quedate un rato conmigo, así no te empapás"-. Sin darse cuenta, mientras esperaban que la tormenta pasara, comenzaron a charlar.
Le contó sobre su trabajo, los planos, y lo que le apasionaba de su profesión, mientras Bibiana le hablaba sobre sus aventuras diarias y cómo siempre buscaba nuevas formas de jugar. "El mundo es un gran juego, ¿no crees?"- dijo Bibiana.
Martín, sorprendido por su punto de vista, comenzó a reírse. "No puedo creer que estés haciendo que esto suene divertido"-.
Al finalizar la lluvia, ambos notaron un hermoso arcoíris en el cielo.
"¡Mirá, es precioso!"- exclamó Bibiana.
"Sí, es verdad, esto hace que la tormenta valga la pena"- respondió Martín con una sonrisa.
A partir de ese día, la relación entre Martín y Bibiana comenzó a cambiar. Ya no eran el estricto perito y la traviesa perrita, sino dos amigos que se complementaban en sus diferencias. Martín aprendió a relajarse y disfrutar de los juegos de Bibiana, mientras que ella empezó a comprender algunas de las responsabilidades de Martín.
Poco a poco, se fueron convirtiendo en un equipo. Para Martín, era como tener un compañero creativo, mientras que Bibiana vio en su nuevo amigo la importancia de ser responsable en el juego.
Juntos, cada viernes organizaban un juego para los niños del barrio. Con la ayuda de Martín, crearon rutas seguras para que los chicos pudieran jugar sin peligro. La perrita siempre se aseguraba de que el ambiente fuera divertido, haciendo que todos los vecinos los miraran con admiración.
Y así, Martín y Bibiana descubrieron que, aunque eran diferentes, ¡ese era el secreto de su amistad! Juntos, aprendieron que la diversión y el trabajo podían ir de la mano, y que lo importante era acompañarse mutuamente en el camino.
FIN.