El ingenio de Mateo



Había una vez un niño llamado Mateo, que a pesar de tener solo 2 años, era muy ingenioso.

Desde pequeño mostraba una gran curiosidad por el mundo que lo rodeaba y siempre encontraba soluciones creativas para los problemas que se le presentaban. Un día, Mateo estaba jugando en su habitación cuando escuchó un ruido extraño proveniente del jardín. Corrió hacia la ventana y vio a su perro Max tratando de alcanzar una pelota atascada en un árbol.

Mateo sabía que no podía subir al árbol como lo harían los adultos, pero eso no lo detuvo. Se puso a pensar y tuvo una idea brillante.

Recordó que había visto a su padre usar una escalera para alcanzar cosas altas. Entonces, decidió buscar algo similar en casa. Rápidamente fue a la cocina y agarró dos sillas pequeñas.

Las colocó una encima de la otra cerca del árbol y trepó con cuidado hasta llegar a la altura suficiente para alcanzar la pelota atrapada. Con mucho esfuerzo logró tomarla y saltó hacia abajo con alegría. Max ladraba emocionado mientras Mateo le lanzaba la pelota. Ambos estaban muy contentos por haber resuelto el problema juntos.

A partir de ese día, Mateo comenzó a enfrentar desafíos cada vez más grandes con su ingenio. En el jardín construyó casitas para pájaros utilizando cajas de cartón recicladas, creando así un refugio acogedor para ellos durante el invierno.

También inventó juegos divertidos usando objetos cotidianos, como hacer una pista de carreras con cajas de zapatos y carritos de juguete. Sus amigos se sorprendían por su creatividad y siempre querían unirse a sus aventuras.

Un día, mientras caminaba por el parque con su mamá, Mateo vio a un grupo de niños tristes porque habían perdido su pelota. Sin pensarlo dos veces, se acercó a ellos y les ofreció ayuda.

"¡Hola! Soy Mateo, tengo dos años y seguro puedo ayudarlos a encontrar su pelota perdida", dijo con entusiasmo. Los niños lo miraron sorprendidos pero decidieron darle una oportunidad. Juntos comenzaron la búsqueda en el parque, siguiendo pistas imaginarias que Mateo iba inventando.

Pronto encontraron la pelota escondida detrás de unos arbustos. Los niños estaban asombrados por las habilidades de Mateo para resolver problemas y le preguntaron cómo lo hacía tan bien. "Es fácil", respondió Mateo sonriendo.

"Solo tienes que pensar en diferentes formas de solucionar los problemas y nunca rendirte". A partir de ese día, los niños del parque comenzaron a llamarlo "El Pequeño Genio". Mateo estaba feliz ayudando a otros y demostrándoles que todos tenemos la capacidad de ser ingeniosos si nos lo proponemos.

Y así fue como el ingenio y la creatividad del pequeño Mateo inspiraron a muchos niños a enfrentar desafíos con valentía e inventiva.

Su historia se convirtió en un ejemplo para todos aquellos que creen en sus propias capacidades para cambiar el mundo.

FIN.

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