El ingenio de Rodolfo



Había una vez en una pradera verde y llena de vida, un ratón llamado Rodolfo. Rodolfo era curioso y valiente, le encantaba explorar cada rincón de su hogar en busca de nuevas aventuras.

Un día, mientras paseaba por la pradera, recordó a su primo Ruperto que vivía en la bulliciosa ciudad. Rodolfo pensó que sería emocionante visitar a Ruperto y conocer cómo era la vida en la ciudad.

Sin dudarlo, emprendió el viaje hacia la urbe, dejando atrás los campos verdes y las suaves brisas. Al llegar a la ciudad, quedó maravillado por los altos edificios, las luces brillantes y el constante movimiento de autos y personas.

La casa de Ruperto era grande y acogedora, pero algo lo sorprendió: ¡había un gato rondando por allí! - ¡Hola Ruperto! -saludó Rodolfo con entusiasmo al ver a su primo-. ¿Cómo estás? - ¡Hola Rodolfo! ¡Qué alegría verte! -respondió Ruperto emocionado-. Bienvenido a mi hogar.

Rodolfo notó que Ruperto lucía un poco nervioso debido a la presencia del gato. Decidió animarlo con sus palabras:- No te preocupes primo, juntos encontraremos una solución para convivir con este minino.

Los dos ratones pasaron horas planeando estrategias para despistar al gato y evitar ser descubiertos. Descubrieron pasadizos secretos detrás de los muebles, aprendieron a moverse sigilosamente y se volvieron expertos en esconderse en lugares inesperados.

Con el tiempo, Rodolfo se dio cuenta de lo valiosa que era su amistad con Ruperto. A pesar de las dificultades e imprevistos que enfrentaban juntos, siempre encontraban una salida ingeniosa gracias al trabajo en equipo. Un día, mientras jugaban al escondite para practicar sus habilidades furtivas, el gato los descubrió.

Ambos ratones corrieron asustados hacia su refugio secreto detrás del reloj antiguo en el salón. El gato los acechaba desde afuera cuando de repente escucharon una voz fuerte:- ¡Fuera! -gritó la dueña del hogar al gato travieso-.

Aquí mando yo y no quiero verte molestando a mis invitados. El gato salió corriendo espantado ante las palabras decididas de la dueña. Rodolfo y Ruperto respiraron aliviados sabiendo que estaban salvaguardados bajo techo seguro.

Desde ese día, el gato nunca más intentó perturbar la paz de los dos amigos roedores. Ellos continuaron disfrutando sus días entre juegos divertidos e historias compartidas sin temor alguno.

Rodolfo aprendió que aunque vivir en la ciudad podía tener desafíos diferentes a los del campo, siempre había formas creativas de superar cualquier obstáculo con determinación y compañerismo. Así fue como Rodolfo descubrió que incluso en medio del caos urbano más ruidoso podía encontrar momentos llenos de magia junto a quienes más quería.

Y colorín colorado este cuento ha terminado pero nuestra amistad ha comenzado.

FIN.

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