El inodoro come personas y la niña valiente


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Descarga, un inodoro muy peculiar. Este inodoro no era como los demás, ya que tenía la extraña habilidad de comerse a las personas que se sentaban en él.

Sí, así es, ¡comía personas! Un día llegó al pueblo una niña llamada Sofía. Ella había escuchado historias sobre el inodoro come personas, pero decidió ignorarlas y usarlo de todas formas.

Se sentó en el inodoro y, para su sorpresa, en lugar de devorarla, comenzó a hablarle. "Hola Sofía, soy Tomás el inodoro come personas -dijo el inodoro con voz amigable-. No te asustes, no voy a comerte. Solo quiero ser tu amigo".

Sofía estaba desconcertada pero decidió darle una oportunidad a Tomás. Pronto descubrió que este inodoro tenía un gran corazón y solo quería compañía.

Tomás le contó a Sofía que antes solía ser un niño travieso que fue convertido en inodoro por una bruja malvada como castigo por sus travesuras. Desde entonces había estado solo y triste hasta que Sofía llegó al pueblo. "¿Puedo pedirte un favor?" -preguntó Tomás con timidez. "Claro Tomás, ¿qué necesitas?" -respondió Sofía curiosa.

"Necesito encontrar la lámpara mágica de la bruja para romper mi hechizo y volver a ser humano" -explicó Tomás. Sofía aceptó ayudarlo y juntos emprendieron una emocionante aventura para encontrar la lámpara mágica.

Recorrieron bosques encantados, cruzaron ríos peligrosos y desafiaron criaturas misteriosas. Finalmente llegaron al castillo de la bruja donde encontraron la lámpara mágica custodiada por un feroz dragón. Con valentía y astucia lograron vencer al dragón y recuperar la lámpara.

Tomás frotó la lámpara con todas sus fuerzas y ante sus ojos asombrados apareció un genio bondadoso que le concedió su deseo de volver a ser humano. El hechizo se rompió y Tomás se convirtió nuevamente en un niño feliz.

Agradecido con Sofía por su ayuda, le prometió nunca más comerse a nadie y vivir como un niño bueno. Desde ese día en adelante, Tomás disfrutaba de su vida junto a Sofía explorando el mundo sin necesidad de devorar personas para divertirse.

Y así demostraba que todos merecemos segundas oportunidades para cambiar nuestras acciones y ser mejores cada día.

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